Terracota figura en la memoria de pocos en Trinidad y Tobago. Casi nadie recuerda ya aquel barrio que aterraba a los niños y asombraba a los científicos.
Perdida tras la, en sus tiempos famosa, Muralla Espejada, Terracota es hoy un mundo paralelo, una dimensión completamente ajena a la nuestra.
Los habitantes de Terracota no son ni más ni menos gentiles que el resto de los trinitarios. Sus costumbres no se escapan de los patrones a los que cualquier sudamericano del Norte consideraría normal, exceptuando las de algunos descendientes de Merenios, que suelen realizar los ritos propios de su cultura cuando, por ejemplo, arriba el partir de algún ser querido, pero éstos son una minoría.
Sin embargo, los Terraqueños padecen una condición única en la raza humana, vulgarmente llamada Síndrome de Piel Permeable.
Como el nombre lo dice, la piel de los nativos de Terracota es permeable, tanto externa como interiormente. Esto los convierte en sangrantes bolsas de masa pálida, inestables al tacto. La sangre se filtra por los poros, perdiéndose litros a borbotones, dejando paso al agua que, al tener contacto con el cuerpo, lo atraviesa de un extremo a otro.
Increíblemente, esto no presenta ningún tipo de discapacidad cardiovascular, respiratoria ó motriz, ya que sus organismos funcionan acorde a la inestabilidad de sangre y agua en los mismos: sus órganos son móviles y su corazón bombea un incierto número de veces más que el de otro humano.
Si bien el aspecto de ésta peculiar comunidad no resultó agradable ante la vista de los Trinitarios, miles de científicos extranjeros llegaron a obsesionarse con el fenómeno de las pieles permeables, al punto de efectuar secuestros de padecientes, los cuales eran examinados y estudiados por meses, para luego convertirse en conejillos de Indias de diversos experimentos.
Se aspiró al descubrimiento de la anomalía en el ADN de los Terraqueños. Llegó a afirmarse que, bien implementado, el gen, polímero ó lo que fuere que generase ésta rareza, podría llegar a aportar beneficios a aquellos que sufriesen leucemia, hipertensión arterial, atereosclerosis e hidropesía. En el futuro podrían encontrarse propiedades más frívolas, como la de quemador de grasa definitivo.
Ninguno de los planes de los científicos dieron frutos. La O.N.U ordenó regresar a todos los Terraqueños presos en laboratorios a su pueblo natal. Dicha organización fue, a su vez, la que propuso la construcción de la Muralla Espejada. El número de muertes de infantes nacidos de parejas entre portadores y no portadores del síndrome crecía a pasos agigantados. Aparentemente, éstos heredaban únicamente la permeabilidad externa de la piel, por lo que reventaban cuando se les exponía al agua. Ésta fue una de las razones por las que se vio necesario apartar el barrio Terracota del resto de Trinidad y Tobago (y del mundo).
Quienes presenciaron la construcción de la Muralla Espejada, la cual era en realidad un invernadero cúbico compuesto por un único espejo doble plegado, aseguran haber sentido que el barrio se borraba de sus vistas como un mal dibujo del papel.
Pese a estas palabras, la conmoción mundial fue enteramente pasajera, ignorándose desde la primer semana el hecho de que el mundo está tan vivo de un lado de ésta ilusión óptica, como del otro.
Es probable que los Terraqueños hayan sufrido el aislamiento en una forma ligeramente más severa que ellos, que vos, es cierto. Pero lo único que puede afirmarse, es que su imposibilidad física para jugar a la mancha, les es un problema de mayor gravedad.
Imaginate entonces.

jueves, 29 de diciembre de 2011
viernes, 16 de diciembre de 2011
Aaah
Te digo que no. No, no estoy pudiendo escribir.
De tener la certeza, de saber realmente qué es aquello que quiero decir, ó de lo contrario si no tengo nada para contar, las cosas serían diferentes. Tendría claro qué es lo que tengo en la cabeza. Tendría claro si tengo algo en la cabeza. Cosa que me tiene, como quien dice: mal. Es como si... a ver; supongamos, que el escribir para plasmar y transmitir emociones, pensamientos, reflexiones ó lo que fuere, tuviese forma de puente. Bueno, en ese caso, mi escritura sería, con toda seguridad, el Hussaini (¿se escribirá así?).
No entiendo cómo hacen los malparidos que vienen y dicen "uh, porque yo tengo muchas cosas para decir, voy a escribir una novela". Pará, algo no está funcionando, de su lado ó del mío. Ó el gato que trepó demasiado alto al árbol soy yo, ó ellos cagan a mentiras. Usé una comparación bastante pretenciosa y por sobre todo de mierda, pero, a lo que voy: pensé por tanto tiempo qué es lo que quiero decir (ú, otra vez, si tengo algo para decir), que me fui al carajo y no sé dónde estoy parada, al igual que un perro en celo se pierde por perseguir por horas una perra.
No digiero la idea de que alguien tenga los pensamientos tan bien ordenados, como, para por ejemplo, inventar una historia. ¿Por qué los trucos de escritura sirven en los escritores y en mí no? Podría quejarme toda la noche. Ó toda la mañana, ya están por cantar los gorriones, y yo me puse a teclear estas vergüenzeadas que no tienen nada que ver con lo que pensé en un principio.
A lo mejor, la razón por la que estos trucos no funcionan (así como tampoco nunca me funcionaron los trucos del Spyro) es porque (guarda que se viene el cliché) no tengomusa. Me dio un retorcijón estomacal tan insoportablemente terrible mandarme esa que tuve que tacharlo, pero, tristemente, es así como son las cosas. Si vienese un escritor con una copa de vino en la mano, trayendo desfilando tras de sí un espectro de música jazz, y me preguntase, cuál es mi musa... ¿qué tendría que decirle?. Mi musa es el odio injustificado. No, ni eso. No sé. Mi musa es el rechazo de los que pensé que no pero siempre fueron ajenos, ó los gatos como molde para metáforas. Tampoco. Y, no sé señor, pero esa copa no se agarra así, y deje de andar por la calle con el programa de Cinemateca a la vista, ya sabemos que es un pseudointelectual de mierda.
Al final escribí algo. Puede ser que pueda escribir, sí. Lo que no puedo es decir nada.
Qué lástima.
Los odio, brillantes escritores.
De tener la certeza, de saber realmente qué es aquello que quiero decir, ó de lo contrario si no tengo nada para contar, las cosas serían diferentes. Tendría claro qué es lo que tengo en la cabeza. Tendría claro si tengo algo en la cabeza. Cosa que me tiene, como quien dice: mal. Es como si... a ver; supongamos, que el escribir para plasmar y transmitir emociones, pensamientos, reflexiones ó lo que fuere, tuviese forma de puente. Bueno, en ese caso, mi escritura sería, con toda seguridad, el Hussaini (¿se escribirá así?).
No entiendo cómo hacen los malparidos que vienen y dicen "uh, porque yo tengo muchas cosas para decir, voy a escribir una novela". Pará, algo no está funcionando, de su lado ó del mío. Ó el gato que trepó demasiado alto al árbol soy yo, ó ellos cagan a mentiras. Usé una comparación bastante pretenciosa y por sobre todo de mierda, pero, a lo que voy: pensé por tanto tiempo qué es lo que quiero decir (ú, otra vez, si tengo algo para decir), que me fui al carajo y no sé dónde estoy parada, al igual que un perro en celo se pierde por perseguir por horas una perra.
No digiero la idea de que alguien tenga los pensamientos tan bien ordenados, como, para por ejemplo, inventar una historia. ¿Por qué los trucos de escritura sirven en los escritores y en mí no? Podría quejarme toda la noche. Ó toda la mañana, ya están por cantar los gorriones, y yo me puse a teclear estas vergüenzeadas que no tienen nada que ver con lo que pensé en un principio.
A lo mejor, la razón por la que estos trucos no funcionan (así como tampoco nunca me funcionaron los trucos del Spyro) es porque (guarda que se viene el cliché) no tengo
Al final escribí algo. Puede ser que pueda escribir, sí. Lo que no puedo es decir nada.
Qué lástima.
Los odio, brillantes escritores.
miércoles, 19 de octubre de 2011
Lame.
Baja la mirada. Examina. Analiza. Estudia. Escanea. Como un catador de vinos. Y frunce el entrecejo. Mala señal.
Como haciendo suspenso, como si detrás de él sonasen repiques de tambores, desliza las pupilas hasta que casi se chocan con las cejas (muy tensas). La mira está en el blanco. Desaprobación. La pobre está en problemas. Una gotita de sudor le hace cosquillas en la sien. Traga saliva.
Ambos se anclan en una sola mirada. Se preguntan quién hará el primer movimiento. Quién será la fiera, quién la gacela.
Vuelve a bajar la mirada. El rechazo es aún mayor. Imposible ser optimista. El inmundo, frío y descompuesto aroma de la fallida ofrenda le taladra la cabeza. Cierra los puños, clava las uñas en la palma de la mano hasta hacer sangre. Las venas están que revientan por el cuello. El rechinar de los dientes careados y amarillos marca el ritmo de los latidos de los corazones.
Ella junta las manos y entrelaza los dedos por debajo del vientre. La piel, verde de pálida. Transpirada. Los labios se agrietan. Hace ademán de humedecérselos con la lengua pero ésta está seca y áspera como la de un gato. Un remolino le hace un hueco en el estómago. Se mea encima. Se enchastra las piernas. Después lo limpia, ahora teme por su vida.
Él se incorpora, apoyando los puños sobre la mesa de plástico de oferta. No ha vuelto a levantar la mirada. Los ojos están ocultos. Ella sólo ve su irregular calvicie. Los granitos de la cabeza.
Arroja la ofrenda contra la pared, haciéndose ésta trizas y manchándolo todo de rojo. Fue un destello seco. Potente. Los oídos zumban. Los cuerpos permanecen estáticos.
Vuelven a clavarse las miradas. Los corazones dan un salto hasta estancarse en la garganta. Él abre los labios. Le tiembla la comisura izquierda.
-Los ravioles están fríos, puta.
Como haciendo suspenso, como si detrás de él sonasen repiques de tambores, desliza las pupilas hasta que casi se chocan con las cejas (muy tensas). La mira está en el blanco. Desaprobación. La pobre está en problemas. Una gotita de sudor le hace cosquillas en la sien. Traga saliva.
Ambos se anclan en una sola mirada. Se preguntan quién hará el primer movimiento. Quién será la fiera, quién la gacela.
Vuelve a bajar la mirada. El rechazo es aún mayor. Imposible ser optimista. El inmundo, frío y descompuesto aroma de la fallida ofrenda le taladra la cabeza. Cierra los puños, clava las uñas en la palma de la mano hasta hacer sangre. Las venas están que revientan por el cuello. El rechinar de los dientes careados y amarillos marca el ritmo de los latidos de los corazones.
Ella junta las manos y entrelaza los dedos por debajo del vientre. La piel, verde de pálida. Transpirada. Los labios se agrietan. Hace ademán de humedecérselos con la lengua pero ésta está seca y áspera como la de un gato. Un remolino le hace un hueco en el estómago. Se mea encima. Se enchastra las piernas. Después lo limpia, ahora teme por su vida.
Él se incorpora, apoyando los puños sobre la mesa de plástico de oferta. No ha vuelto a levantar la mirada. Los ojos están ocultos. Ella sólo ve su irregular calvicie. Los granitos de la cabeza.
Arroja la ofrenda contra la pared, haciéndose ésta trizas y manchándolo todo de rojo. Fue un destello seco. Potente. Los oídos zumban. Los cuerpos permanecen estáticos.
Vuelven a clavarse las miradas. Los corazones dan un salto hasta estancarse en la garganta. Él abre los labios. Le tiembla la comisura izquierda.
-Los ravioles están fríos, puta.
martes, 18 de octubre de 2011
11237 · Like · · Share · 2 minutes ago....
Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuno, veintidos, veintitres, veinticuatro, veinticinco, veintiseis, veintisiete, veintiocho, veintinueve, treinta, treinta y uno, treinta y dos, treinta y tres, treinta y cuatro, treinta y cinco, treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho, treinta y nueve, cuarenta, cuarenta y uno, cuarenta y dos, cuarenta y tres, cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco, cuarenta y seis, cuarenta y siete, cuarenta y ocho, cuarenta y nueve, cincuenta, cincuenta y uno, cincuenta y dos, cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, cincuenta y seis, cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, sesenta, sesenta y uno, sesenta y dos, sesenta y tres, sesenta y cuatro, sesenta y cinco, sesenta y seis, sesenta y siete, sesenta y ocho, sesenta y nueve, setenta, setenta y uno, setenta y dos, setenta y tres, setenta y cuatro, setenta y cinco, setenta y seis, setenta y siete.... ¡setenta y ocho!.
En dos estás de espaldas. En otra medio de lejos.
Me encantan todas igual.
Lluvia de random facts:
En dos estás de espaldas. En otra medio de lejos.
Me encantan todas igual.
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Unrelated |
Lluvia de random facts:
Las manzanas, cuando hace frío, dan más frío todavía.
Jamás debería uno tener menos de tres unidades del mismo objeto.
Si tenemos una manzana, nos quedaremos con ganas de más.
Si tenemos dos manzanas, no sabremos si nos quedaremos con ganas de más.
Si tenemos tres manzanas, cambia la cosa, porque si nos morfamos las dos primeras, nos queda la tercera de reserva. Nunca pasaremos hambre.
No hay más random facts.
Escribí cinco random facts más, pero los borré con ctrl+z.
Mentí en el penúltimo random fact.
Si tenemos una manzana, nos quedaremos con ganas de más.
Si tenemos dos manzanas, no sabremos si nos quedaremos con ganas de más.
Si tenemos tres manzanas, cambia la cosa, porque si nos morfamos las dos primeras, nos queda la tercera de reserva. Nunca pasaremos hambre.
No hay más random facts.
Escribí cinco random facts más, pero los borré con ctrl+z.
Mentí en el penúltimo random fact.
domingo, 2 de octubre de 2011
Didn't paint to be listened.
No hay muchas palabras lindas que terminen con "sión". ¿Verdad? Ó al menos, en este momento, se me ocurren pocas, ó bien ninguna; sólo se me vienen a la cabeza las más feas.
-Depresión
-Lesión
-Repulsión
-Agresión
-Confusión
-Obsesión
-Tensión
Entre tantísimas otras.
Pero esperá. ¿La obsesión es una palabra fea? ¿Es fea la obsesión? ¿Es feo obsesionarse? ¿Es feo ver a alguien obsesionarse? ¿Debería explayarme?
Dicen que la obsesión es una de las cosas menos atractivas que existen. I for one, considero que la obsesión es tiernísima, algo grandísimo e insoportable, el sentimiento que más se asemeja al tan poco experimentado amor. ¿No te parece? ¿No? Bueno, para mí es así.
Hay pila de formas de querer a una persona. Muchísimas, por decirte algo.
Podés sentir cariño por alguien. Encariñarte con una persona "x". Porque es compañerito de clase, ó compañero de liceo, porque lo ves cada tanto, y tienen cosas en común (ó no). Pero el cariño es bastante efímero. Como el perro del vecino. Es lindísimo, un ovejero grandote que en vez de ladrar y molestar como hacen otros perros, salta y mueve la cola cuando te ve. Le acariciás la cabeza cuando llegás y te vas de casa. Pero el día de mañana el perro del vecino se muere. Porque es lo que suele pasar con los perros, los gatos, los gorriones (una vez vi un gorrión morirse mientras iba caminando: se puso a aletear y dar vueltas, hasta que se quedó quieto, fue tristísimo), e incluso las personas. ¿Ó no? Bueno, el perro se muere. Es una noticia bajoneante, que qué lindo perro, que qué le pasó, ojalá no haya sufrido, una verdadera lástima. Pero las cosas no pasan de ahí. El perro del vecino se murió, te entristecés por unos minutos, y al rato, te llaman para salir y te acordarás al día siguiente no por minutos, sino por segundos, y así. El recuerdo del perro del vecino es lejano y se te cruzará por la cabeza una vez cada once meses, aproximadamente. Y es que eso es el cariño. Si tu compañerito de clase ó de laburo, si esa persona con la que te encariñaste desaparece de un día para otro, no va a ser la gran pérdida. Será más ó menos como que se te rompa el cierre del bolsillo de la campera mientras vas por la calle. "¡La puta madre!" decís. Llegás a casa y lo arreglás, ó pedís que te lo arreglen, ó nunca arreglás el cierre del bolsillo de la campera directamente. Jamás vas a comentar con nadie que tal día se te rompió el cierre del bolsillo de la campera si nadie te lo pregunta. Jamás vas a comentar con nadie que esa persona "x", a la que le tenías cariño, se fue del laburo o de la clase si nadie te lo pregunta.
Podés querer muchísimo a un compañero. Un compañero con el que salís los fines de semana. Un compañero amigo de un amigo que hace reír porque es medio inteligente, ó porque es medio tarado. Chateás con él cuando estás aburrido y te saca algún que otro "equis de". Al menos no estás haciendo cuadraditos con el cursor en el escritorio. Pero de ahí tampoco pasan las cosas. Puede tener que ver con la confianza. Ó no confiás del todo en él, ó directamente la confianza que podés depositar en él es una cosa fofa y gelatinosa que no hace peso, podés contarle cualquier cosa, pero no porque sea necesario, no. Se lo contás porque sabés que, de todas formas, ese compañero al que querés muchísimo no es una persona al que le shockeen tus andanzas sexuales, tus amores no correspondidos ó la mala relación con tus viejos. Simplemente te va a escuchar y asentir. ¿Me explico? Escuchar y asentir, total, las andanzas sexuales, los amores no correspondidos y la mala relación con los viejos son cosas de todos los días.
Podés amar a un amigo. Acá la cosa se agranda. Un amigo que se ama porque, ó son mentes gemelas (almas no, mentes, ¡mentes!) ó directamente opuestas. Ese amigazo al que se recurre por cualquier cosa, desde la pequeñez más insignificante, hasta el relajo más pesadillezco que requiera asesoramiento profesional. Reciprocidad de sentimientos, de confianza. Es más, exceso de confianza: un amigo puede, por esas cosas de la vida, amarse como una pareja, sí, pero yo, no sé si a vos te pasa, no lo veo aplicable en mi vida. El exceso de confianza no es compatible con las relaciones amorosas. Y acá estoy empezando, por fin, a tantear el tema que planeaba tocar (pensaba que tecleaba y tecleaba, me enredaba en cosas bobas y no llegaba a ningún lado). No veo próspera la combinación excesodeconfianza-relaciónamorosa, ya que estas últimas son, como, no sé, ¿cómo explicarlo?. Supongamos que tenemos en frente una hoja de cuadernola. Bueno, las relaciones amorosas están en una carilla, y el exceso de confianza está en la otra carilla. Si bien pertenecen a la misma hoja de cuadernola, están asentadas en lugares opuestos. ¿Me seguís hasta acá?. Podés tener una relación amorosa con una persona, pero creo que la gracia de todo eso es, amar a mares, pero no a borbotones. Amar no a borbotones, sino a mares. Lo que sea que implique para uno la palabra "amar", claro.
¿Dónde está el chiste en tener una relación amorosa con alguien si no existe tensión entre ambas partes, si no existe duda, paranoia, desconfianza pícara y todo eso?. Encuentro aburridísima la certeza de que tu pareja te ama tanto como la amás vos. ¿No es así? Con un amigo se puede, con una pareja, no se debería. Digo yo, no sé.
Pero, a todo esto, que son no más que obviedades, la pregunta de la que me alejé es, ¿no es necesaria la obsesión en una relación amorosa? Sí, lo veo así, lo di a entender desde el principio. ¿Qué es "amar" sino obsesionarse? ¿Qué es "obsesionarse" sino amar?. Ahora, ¿es necesario amar para obsesionarse?. Está claro que considero necesario el obsesionarse para amar, pero, ¿es el amor y la obsesión un sentimiento paralelo?, ¿es el amor y la obsesión el mismo sentimiento?. Bah, qué se yo. ¿Qué es "amar" al fin y al cabo?. Andá a saber. Querer dar todo por una persona, querer saber todo sobre una persona, querer comerte a una persona con tal de fusionarte con ella, ese tipo de cosas. Considerar a esa persona tan brillante y admirable hasta el punto que se haga doloroso, idealizar, querer mostrarse brillante y admirable como esa persona y frustrarse con ternura al no lograrlo. ¿No?.
Ya sabemos que es necesario conocer al objeto de deseo para "amarlo", pero no para obsesionarse con él. Pero acá se contraponen las ideas: no se puede amar sin conocer, pero la obsesión lleva al amor, y, a la vez, no se necesita conocer para alcanzar la obsesión.
Y hasta acá llegué. Me cansé. Me aburrí. Me frustré. Me enojé.
¿Qué locura, no? Digo, el hecho de que haya escrito una perolata larguísima y complicada, que ni yo entenderé cuando llegue el terrible momento de releerla, ¿para qué? para una idea insípida y cagada que no hace más feliz ni más infeliz a nadie.
-Depresión
-Lesión
-Repulsión
-Agresión
-Confusión
-Obsesión
-Tensión
Entre tantísimas otras.
Pero esperá. ¿La obsesión es una palabra fea? ¿Es fea la obsesión? ¿Es feo obsesionarse? ¿Es feo ver a alguien obsesionarse? ¿Debería explayarme?
Dicen que la obsesión es una de las cosas menos atractivas que existen. I for one, considero que la obsesión es tiernísima, algo grandísimo e insoportable, el sentimiento que más se asemeja al tan poco experimentado amor. ¿No te parece? ¿No? Bueno, para mí es así.
Hay pila de formas de querer a una persona. Muchísimas, por decirte algo.
Podés sentir cariño por alguien. Encariñarte con una persona "x". Porque es compañerito de clase, ó compañero de liceo, porque lo ves cada tanto, y tienen cosas en común (ó no). Pero el cariño es bastante efímero. Como el perro del vecino. Es lindísimo, un ovejero grandote que en vez de ladrar y molestar como hacen otros perros, salta y mueve la cola cuando te ve. Le acariciás la cabeza cuando llegás y te vas de casa. Pero el día de mañana el perro del vecino se muere. Porque es lo que suele pasar con los perros, los gatos, los gorriones (una vez vi un gorrión morirse mientras iba caminando: se puso a aletear y dar vueltas, hasta que se quedó quieto, fue tristísimo), e incluso las personas. ¿Ó no? Bueno, el perro se muere. Es una noticia bajoneante, que qué lindo perro, que qué le pasó, ojalá no haya sufrido, una verdadera lástima. Pero las cosas no pasan de ahí. El perro del vecino se murió, te entristecés por unos minutos, y al rato, te llaman para salir y te acordarás al día siguiente no por minutos, sino por segundos, y así. El recuerdo del perro del vecino es lejano y se te cruzará por la cabeza una vez cada once meses, aproximadamente. Y es que eso es el cariño. Si tu compañerito de clase ó de laburo, si esa persona con la que te encariñaste desaparece de un día para otro, no va a ser la gran pérdida. Será más ó menos como que se te rompa el cierre del bolsillo de la campera mientras vas por la calle. "¡La puta madre!" decís. Llegás a casa y lo arreglás, ó pedís que te lo arreglen, ó nunca arreglás el cierre del bolsillo de la campera directamente. Jamás vas a comentar con nadie que tal día se te rompió el cierre del bolsillo de la campera si nadie te lo pregunta. Jamás vas a comentar con nadie que esa persona "x", a la que le tenías cariño, se fue del laburo o de la clase si nadie te lo pregunta.
Podés querer muchísimo a un compañero. Un compañero con el que salís los fines de semana. Un compañero amigo de un amigo que hace reír porque es medio inteligente, ó porque es medio tarado. Chateás con él cuando estás aburrido y te saca algún que otro "equis de". Al menos no estás haciendo cuadraditos con el cursor en el escritorio. Pero de ahí tampoco pasan las cosas. Puede tener que ver con la confianza. Ó no confiás del todo en él, ó directamente la confianza que podés depositar en él es una cosa fofa y gelatinosa que no hace peso, podés contarle cualquier cosa, pero no porque sea necesario, no. Se lo contás porque sabés que, de todas formas, ese compañero al que querés muchísimo no es una persona al que le shockeen tus andanzas sexuales, tus amores no correspondidos ó la mala relación con tus viejos. Simplemente te va a escuchar y asentir. ¿Me explico? Escuchar y asentir, total, las andanzas sexuales, los amores no correspondidos y la mala relación con los viejos son cosas de todos los días.
Podés amar a un amigo. Acá la cosa se agranda. Un amigo que se ama porque, ó son mentes gemelas (almas no, mentes, ¡mentes!) ó directamente opuestas. Ese amigazo al que se recurre por cualquier cosa, desde la pequeñez más insignificante, hasta el relajo más pesadillezco que requiera asesoramiento profesional. Reciprocidad de sentimientos, de confianza. Es más, exceso de confianza: un amigo puede, por esas cosas de la vida, amarse como una pareja, sí, pero yo, no sé si a vos te pasa, no lo veo aplicable en mi vida. El exceso de confianza no es compatible con las relaciones amorosas. Y acá estoy empezando, por fin, a tantear el tema que planeaba tocar (pensaba que tecleaba y tecleaba, me enredaba en cosas bobas y no llegaba a ningún lado). No veo próspera la combinación excesodeconfianza-relaciónamorosa, ya que estas últimas son, como, no sé, ¿cómo explicarlo?. Supongamos que tenemos en frente una hoja de cuadernola. Bueno, las relaciones amorosas están en una carilla, y el exceso de confianza está en la otra carilla. Si bien pertenecen a la misma hoja de cuadernola, están asentadas en lugares opuestos. ¿Me seguís hasta acá?. Podés tener una relación amorosa con una persona, pero creo que la gracia de todo eso es, amar a mares, pero no a borbotones. Amar no a borbotones, sino a mares. Lo que sea que implique para uno la palabra "amar", claro.
¿Dónde está el chiste en tener una relación amorosa con alguien si no existe tensión entre ambas partes, si no existe duda, paranoia, desconfianza pícara y todo eso?. Encuentro aburridísima la certeza de que tu pareja te ama tanto como la amás vos. ¿No es así? Con un amigo se puede, con una pareja, no se debería. Digo yo, no sé.
Pero, a todo esto, que son no más que obviedades, la pregunta de la que me alejé es, ¿no es necesaria la obsesión en una relación amorosa? Sí, lo veo así, lo di a entender desde el principio. ¿Qué es "amar" sino obsesionarse? ¿Qué es "obsesionarse" sino amar?. Ahora, ¿es necesario amar para obsesionarse?. Está claro que considero necesario el obsesionarse para amar, pero, ¿es el amor y la obsesión un sentimiento paralelo?, ¿es el amor y la obsesión el mismo sentimiento?. Bah, qué se yo. ¿Qué es "amar" al fin y al cabo?. Andá a saber. Querer dar todo por una persona, querer saber todo sobre una persona, querer comerte a una persona con tal de fusionarte con ella, ese tipo de cosas. Considerar a esa persona tan brillante y admirable hasta el punto que se haga doloroso, idealizar, querer mostrarse brillante y admirable como esa persona y frustrarse con ternura al no lograrlo. ¿No?.
Ya sabemos que es necesario conocer al objeto de deseo para "amarlo", pero no para obsesionarse con él. Pero acá se contraponen las ideas: no se puede amar sin conocer, pero la obsesión lleva al amor, y, a la vez, no se necesita conocer para alcanzar la obsesión.
Y hasta acá llegué. Me cansé. Me aburrí. Me frustré. Me enojé.
¿Qué locura, no? Digo, el hecho de que haya escrito una perolata larguísima y complicada, que ni yo entenderé cuando llegue el terrible momento de releerla, ¿para qué? para una idea insípida y cagada que no hace más feliz ni más infeliz a nadie.
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Esta no es una entrada romántica, que conste. |
Sos brillante hoy y eras brillante cuatro, cinco años atrás. Yo no. ¡Qué rabia!
domingo, 11 de septiembre de 2011
Derp.txt
La señorita Zabaleta es bastante popular entre los hombres, ya que encaja a la perfección con los canones de belleza de su región, inspirados en el aspecto de los peces borrón, ó gota.
La señorita Zabaleta da el siguiente discurso cada vez que algún respetable e intérpido caballero se atreve a pedir su mano:
-No me malinterprete, saliente, no se sienta amado ni se crea objeto de deseo, que si llegase algún día a decirle que lo quiero, poco tendrá que ver con el sentimiento de fantasía que une a las parejas apasionadas en los libros de las abuelas, es más bien un 'lo quiero' literal, un 'lo quiero' como pertenencia y no como persona. No busco en usted el calor en forma de abrazo, si no como quien ve que hace frío y se pone un tapado. Lo querré entonces, entiéndalo, como un accesorio. A menos, por supuesto, que las cosas se me vayan de las manos y me transforme yo en algo lo suficientemente imprescindible en su vida como para verme obligada a quererlo de mentiras.
Desafortunadamente, la señorita Zabaleta aún no ha logrado pasar la fase del "¿Le Gustaría Salir A Tomar Algo?". ¡Fuerza, Zabaleta!.
La señorita Zabaleta da el siguiente discurso cada vez que algún respetable e intérpido caballero se atreve a pedir su mano:
-No me malinterprete, saliente, no se sienta amado ni se crea objeto de deseo, que si llegase algún día a decirle que lo quiero, poco tendrá que ver con el sentimiento de fantasía que une a las parejas apasionadas en los libros de las abuelas, es más bien un 'lo quiero' literal, un 'lo quiero' como pertenencia y no como persona. No busco en usted el calor en forma de abrazo, si no como quien ve que hace frío y se pone un tapado. Lo querré entonces, entiéndalo, como un accesorio. A menos, por supuesto, que las cosas se me vayan de las manos y me transforme yo en algo lo suficientemente imprescindible en su vida como para verme obligada a quererlo de mentiras.
Desafortunadamente, la señorita Zabaleta aún no ha logrado pasar la fase del "¿Le Gustaría Salir A Tomar Algo?". ¡Fuerza, Zabaleta!.
sábado, 3 de septiembre de 2011
Vergüenza.
La providencia del Señor no siempre nos ilumina. Fea obra de Dios es el hacernos una marquita en el cuero cabelludo por un día y someternos a la vergüenza. A veces, las quinceañeras tildan la ruptura del corazón, el rechazo por parte de su enamorado semanal como el peor de los sentimientos, el estado emocional más calamitoso por el que uno pueda transitar. Otros tantos, atribuyen este título a la incertidumbre, la decepción ó al amor metamorfoseado en odio. Pero Yo, en mayúsculas, porque ando con el ánimo por el suelo y medio que estoy tratando de hacer de cuentas que no, digo que la vergüenza tiene forma de alfiler clavado en el oído, de rodillas quebradas y de muela careada.
¿En qué me baso? En poco, sí. No tengo ningún certificado que me califique de erudita en el tema, pero debo una deuda a narcotraficantes de piel oscura y si no escribo algo me envenan al gato.
Vergüenza, vergüenza de uno mismo en acontecimientos cotidianos.
No hay desamor comparado con el mantener una animada conversación acerca de Tarkovsky y ver cómo, en medio de nuestra emoción, escupimos a nuestro receptor, el cual, con asquito, finge no haberlo notado. Y la gotita de saliva queda brillando en el pómulo izquierdo. El ánimo con el que se relataba nuestra opinión acerca de El Sacrificio no volverá a ser la misma. Se cagó todo, es la última vez que se nos invitará a salir. Somos miserables.
No hay golpiza que pueda compararse con el intentar reemplazar nuestro asiento del colectivo por uno recién liberado, abalanzarnos sobre el mismo, y, en cámara lenta, ver como un enviado de Satanás entra en escena y nos lo garronea. No queda otra que retroceder, despacito, a nuestro asiento de origen (hacer de cuentas que preferimos estar de pie por el resto del trayecto no se vale, es tarjeta roja), y sentir cómo el resto de los pasajeros se ríen por dentro. El viaje será a partir de ese entonces un suplicio, lloraremos con el cachete pegado a la ventanilla mientras el cielo se cubre de nubes. Somos miserables.
No hay infidelidad descubierta que pueda compararse con, en medio de una simpática reunión con amigos, sacudir la mano en el aire exigiendo atención (la cual no se nos cederá con facilidad, pero estamos acostumbrados), y acotar un algo que nos parecía propio de una mente brillante, esperar con la sonrisa clavada un desacato de carcajadas, y recibir a cambio miradas torcidas y fruncimiento de cejas, una barrilla rueda a nuestras espaldas. Cae la cereza sobre el postre cuando la conversación se formatea y vemos cómo nuestros ex-amigos se cierran en una ronda de sillas, habiendo dejado nuestro prometedor comentario flotando en quién sabe qué rincón de qué galaxia vecina. El mismo nos hace adiós con la manito, se disculpa por haber fallado. Pero es tarde, y nos vamos a caminar por las calles de una película de Jarmusch, pateando una lata de Coca-Cola. Somos miserables.
No hay ninguneo de jefe previo al despido que pueda compararse con, queriéndonos hacer los vivos, llamar al teléfono de línea de nuestro amor platónico (número que tenemos bajo nuestro poder no por mérito propio si no por la ayuda del amigo -medio morochito por lo general- que se la juega y nos lo consigue a cambio de figuritas del mundial), esperar a que atienda, dejarlo decir "¿hola? ¿hola? ¡¿hola?!", entrar en una espiral de diversos placeres al escucharlo enfurecer, esperar a que corte, atender otra llamada a los trece minutos y dieciséis segundos, decir nuestro nombre respondiendo al con quién estoy hablando y descubrir que del otro lado de la línea tenemos a aquel con quien jugamos a las adolescentes enamoradas hace catorce minutos y cuatro segundos. Se nos acusará de inmadurez, no se nos querrá nunca más, nos echaremos en la cama a llorar abrazando la almohada, y nuestra vida tendrá a partir de entonces un dúo de violín y cello muy desgarradores como banda sonora. Somos miserables.
No hay tampoco película de Aronofsky que pueda compararse con, en pleno goce de primer cita romántica con el objeto de deseo que venimos persiguiendo desde ciclo básico, pedirse un té de saborcillos raros para quedar bien (porque el té es la bebida de la gente bien), esperando que le traigan a uno una tacita con la infusión ya preprada, ver que se nos ha chantajeado y tener que meter el saquito en la tetera de hojalata y, al intentar embocarle desde la boca de la tetera hacia la de la taza, volcar violentamente el líquido sobre el plato, mesa, porción de pizza, pantalón nuevo y rodillas como producto de nuestra défisis mental y reuma prematuro, y parecer entonces un escolar meado. Como firma en nuestro carné de infeliz generador de lástima (esa lástima dolorosa que se siente por las mascotas moribundas, los viejos en geriátricos ó por Karina Jelinek), se nos desparramará la muzzarella por entre los dedos al mandarnos la porción de pizza empapada en té. Solo de batería que acompaña los chistes del stand-up, miraremos a la cámara y nos encojeremos de hombros. Somos miserables.
Mocos balanceándose de las narinas, baba que se escapa en medio de las risas, vasos ajenos que no llegamos a apoyar en la mesita y vuelcan su contenido en la moqueta, cagadas de perro en la suela de nuestros zapatos de las cuales no nos percatamos hasta que es demasiado tarde, ringtones que estallan en medio de un momento clave de la obra de teatro de nuestro amigo actor, labial que por culpa de una manoseada de cara inconsciente se extiende hasta la mejilla...
Del otro lado, el público ríe y desea no ser nosotros. Somos miserables.
¿En qué me baso? En poco, sí. No tengo ningún certificado que me califique de erudita en el tema, pero debo una deuda a narcotraficantes de piel oscura y si no escribo algo me envenan al gato.
Vergüenza, vergüenza de uno mismo en acontecimientos cotidianos.
No hay desamor comparado con el mantener una animada conversación acerca de Tarkovsky y ver cómo, en medio de nuestra emoción, escupimos a nuestro receptor, el cual, con asquito, finge no haberlo notado. Y la gotita de saliva queda brillando en el pómulo izquierdo. El ánimo con el que se relataba nuestra opinión acerca de El Sacrificio no volverá a ser la misma. Se cagó todo, es la última vez que se nos invitará a salir. Somos miserables.
No hay golpiza que pueda compararse con el intentar reemplazar nuestro asiento del colectivo por uno recién liberado, abalanzarnos sobre el mismo, y, en cámara lenta, ver como un enviado de Satanás entra en escena y nos lo garronea. No queda otra que retroceder, despacito, a nuestro asiento de origen (hacer de cuentas que preferimos estar de pie por el resto del trayecto no se vale, es tarjeta roja), y sentir cómo el resto de los pasajeros se ríen por dentro. El viaje será a partir de ese entonces un suplicio, lloraremos con el cachete pegado a la ventanilla mientras el cielo se cubre de nubes. Somos miserables.
No hay infidelidad descubierta que pueda compararse con, en medio de una simpática reunión con amigos, sacudir la mano en el aire exigiendo atención (la cual no se nos cederá con facilidad, pero estamos acostumbrados), y acotar un algo que nos parecía propio de una mente brillante, esperar con la sonrisa clavada un desacato de carcajadas, y recibir a cambio miradas torcidas y fruncimiento de cejas, una barrilla rueda a nuestras espaldas. Cae la cereza sobre el postre cuando la conversación se formatea y vemos cómo nuestros ex-amigos se cierran en una ronda de sillas, habiendo dejado nuestro prometedor comentario flotando en quién sabe qué rincón de qué galaxia vecina. El mismo nos hace adiós con la manito, se disculpa por haber fallado. Pero es tarde, y nos vamos a caminar por las calles de una película de Jarmusch, pateando una lata de Coca-Cola. Somos miserables.
No hay ninguneo de jefe previo al despido que pueda compararse con, queriéndonos hacer los vivos, llamar al teléfono de línea de nuestro amor platónico (número que tenemos bajo nuestro poder no por mérito propio si no por la ayuda del amigo -medio morochito por lo general- que se la juega y nos lo consigue a cambio de figuritas del mundial), esperar a que atienda, dejarlo decir "¿hola? ¿hola? ¡¿hola?!", entrar en una espiral de diversos placeres al escucharlo enfurecer, esperar a que corte, atender otra llamada a los trece minutos y dieciséis segundos, decir nuestro nombre respondiendo al con quién estoy hablando y descubrir que del otro lado de la línea tenemos a aquel con quien jugamos a las adolescentes enamoradas hace catorce minutos y cuatro segundos. Se nos acusará de inmadurez, no se nos querrá nunca más, nos echaremos en la cama a llorar abrazando la almohada, y nuestra vida tendrá a partir de entonces un dúo de violín y cello muy desgarradores como banda sonora. Somos miserables.
No hay tampoco película de Aronofsky que pueda compararse con, en pleno goce de primer cita romántica con el objeto de deseo que venimos persiguiendo desde ciclo básico, pedirse un té de saborcillos raros para quedar bien (porque el té es la bebida de la gente bien), esperando que le traigan a uno una tacita con la infusión ya preprada, ver que se nos ha chantajeado y tener que meter el saquito en la tetera de hojalata y, al intentar embocarle desde la boca de la tetera hacia la de la taza, volcar violentamente el líquido sobre el plato, mesa, porción de pizza, pantalón nuevo y rodillas como producto de nuestra défisis mental y reuma prematuro, y parecer entonces un escolar meado. Como firma en nuestro carné de infeliz generador de lástima (esa lástima dolorosa que se siente por las mascotas moribundas, los viejos en geriátricos ó por Karina Jelinek), se nos desparramará la muzzarella por entre los dedos al mandarnos la porción de pizza empapada en té. Solo de batería que acompaña los chistes del stand-up, miraremos a la cámara y nos encojeremos de hombros. Somos miserables.
Mocos balanceándose de las narinas, baba que se escapa en medio de las risas, vasos ajenos que no llegamos a apoyar en la mesita y vuelcan su contenido en la moqueta, cagadas de perro en la suela de nuestros zapatos de las cuales no nos percatamos hasta que es demasiado tarde, ringtones que estallan en medio de un momento clave de la obra de teatro de nuestro amigo actor, labial que por culpa de una manoseada de cara inconsciente se extiende hasta la mejilla...
Del otro lado, el público ríe y desea no ser nosotros. Somos miserables.
jueves, 1 de septiembre de 2011
Informe de una tragedia.
Reflexiona acerca de su intolerancia, y se basa para ésto en la indignación que le produce abrir ese libro de tantas páginas, sumirse en el mismo y caer en cuentas de que el tiempo no correrá lo suficientemente despacio como para exprimir las letras del libraco en un embudo, tragárselas como en una jarra loca y sentirse satisfecho habiendo leído lo vital en su escritorio de madera brasileña, se frustra al tener responsabilidades y actividades en las que emplear las horas futuras, se le van las ganas de vivir y piensa en meter la cabeza en el horno, pues la idea de abandonar el libro antes de terminarlo es terrible e imposible de aplicar a la realidad, algo así como hacer entrar un alce en una casita para nenes, tirarse en una piscina de gatitos sin aplastar ninguno ó borrar System 32; ¿qué hacer?, arranca la pintura de las paredes, se sienta en un rincón, esconde la cara entre las rodillas, apretadas contra el pecho, y apoya las manos tras la nuca, duerme y cae en cuentas de que empleó segundos, fracciones de los mismos, minutos e incluso horas soporeando sin sueño, perdió las cintas de una escena de su vida en un proyector en mal estado, catástrofe emocional, en la tele anuncian la muerte de Candela, ¿a quién le importa?, pues a todos, pero el libro sigue sin terminarse, las agujas del reloj le hacen pito catalán mientras aceleran su paso y se niega tolerar la imposibilidad de ejercer su voluntad, en ese caso, piensa, ejercerá no su voluntad si no su rebeldía y saldrá a caminar mientras le levanta el dedo mayor a sus responsabilidades, que qué trabajar, que qué estudiar, que qué comprar un litro de leche y nada de abuelita en problemas, yo me voy por ahí a pisar el césped que no se debe, a no entregar el boleto al inspector del colectivo y a hacer escándalos por la inadmisión de monedas de un centésimo; el caos se apodera de la ciudad, o bien, del barrio, o tal vez de la manzana, los almaceneros se confunden, un psicópata manosea las berenjenas y destapa las pastas de dientes, los policías entran en acción, él no es cliente pero entra al baño igual y arroja el papel en el water y no en la papelera, las leyes son violadas, el gobierno cae, golpe de estado, la democracia es historia, el espíritu libre del pensador es machacado, y el marcador no se moverá de la decimoséptima página.
domingo, 7 de agosto de 2011
...
chiko,,,los my cemical romans hasen kopia trucha de los pulp,,,, iaora toda la kriatura se piensa qe es la berdadera,,,,,,,,,,, le avra dado prmiso el javis para la cansion?????? komo saver?????
,,,,tristesa,,,,,,
domingo, 10 de julio de 2011
Sí.
You are the last drink I never should have drunk.
You are the body hidden in the trunk.
You are the habit I can't seem to kick.
You are my secrets on the front page every week.
You are the car I never should have bought.
You are the train I never should have caught.
You are the cut that makes me hide my face.
You are the party that makes me feel my age.
Like a car crash I can see but I just can't avoid.
Like a plane I've been told I never should board.
Like a film that's so bad but I've gotta stay til the end.
Let me tell you now,
It's lucky for you that we're (NOT) friends (anymore)
You are the body hidden in the trunk.
You are the habit I can't seem to kick.
You are my secrets on the front page every week.
You are the car I never should have bought.
You are the train I never should have caught.
You are the cut that makes me hide my face.
You are the party that makes me feel my age.
Like a car crash I can see but I just can't avoid.
Like a plane I've been told I never should board.
Like a film that's so bad but I've gotta stay til the end.
Let me tell you now,
It's lucky for you that we're (NOT) friends (anymore)
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"Perphaps if I close my eyes, it might disappear" |
viernes, 8 de julio de 2011
Hoy me di por aludida.
Es como morfarme la última porción de torta sin tener hambre, como prepararme una bolsa de agua caliente cuando está la estufa encendida, como comprar Nevada en vez de Marlboro, como acostarme a dormir por aburrimiento y no por cansancio, como emplear media hora en maquillarme para no salir de casa, como bancarme una película con Adam Sandler pretendiendo ver algo bueno, como esperar a que se conecte sabiendo que estoy bloqueada, como rezongar al perro por haber roto el sillón, como estudiar una hora antes del examen, como esmerarme en caer bien a quien provoco vergüenza ajena, como molestarme en intentarlo:
Useless
¡Ah, siempre quise ser una adolescente en pena!
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*Sob* |
Siento que hace tiempo que no me baño.
martes, 28 de junio de 2011
Paul Miel.
Las paredes comienzan a rasgarse. Mi corazón tiembla. ¿Dónde está la salida? Doy gritos de ayuda, pero tú no me escuchas. Corro, corro como nunca corrí en mi vida, el cuarto da vueltas como un carrusel. Un carrusel de muerte... Las miles de puertas que hay en ese lugar sólo me hacen llegar al punto de inicio. ¡Oh, tempestad! ¿Por cuánto más seguirá mi alma en pena?
Una voz me contesta... "hasta que mi ausencia siga quemándote por dentro". Y las paredes se derrumban, sepultando mi cuerpo para siempre... Fin.
No, no tengo ganas de escribir sobre eso. Prefiero relatar cuántas ganas tengo de armarme un pequeño invernadero en mi cuarto, sellarlo a cal y canto, y quedarme boyando ahí dentro, hojeando Luna Teens y escuchando Molotov hasta que vengan los coraceros y me rompan los vidrios a cachiporrazos. Puede esto parecer salido de una conversación de gente que se conoce por chat y busca algo, cualquier cosa, de lo que hablar. Una conversación que es como una estufa de gas que pierde. Abomba, adormece y hace cabecear. ¡Pero no! Analice mis deseos con detenimiento....
¿Y? ¿Halló la metáfora oculta?
¿Qué dice? Tal vez narra cómo anhelo ocultarme bajo mis mil capas, hundirme hasta lo más profundo de mi caparazón, para renacer al fin, como una persona nueva, dar la cara a una vida llena de desafíos. Romper los vidrios que conforman esta jaula de cristal que no me permite tener coraje, que no me permite ser. Que me encadena... a un mundo lleno de inseguridad... cobardía... y fracaso.
¿Es esa su interpretación? ¿Sí?
Si pensó eso, es usted un inepto. Un zángano. Un papanatas. Un descerebrado, y un gil de cuarta.
A veces uno sólo tiene ganas de quedarse viendo el mundo desde lejos, o bien, detrás de una red social, creyéndose un vivo bárbaro al toparse con personas que parecen boludas por decir que El Cisne Negro es una película enigmática que da paso a mil y un interpretaciones, pero que, al fin y al cabo, también se creen unos vivos bárbaros por ello.
¡Envidia! ¡Necesita usted sentirse más listo que otros para olvidarse de que el pantalón le hace flotadores! Me dirán.
Y yo contestaré: No. No, y sólo no.
No tengo ganas de argumentar.
No tengo ganas de seguir escribiendo.
No estoy deprimida. La vida no es una cagada. Pero sí hay gente que piensa que El Cisne Negro es una película enigmática que da paso a mil y un interpretaciones, y realmente, merecen un buen choque eléctrico que les reestablezca el correcto funcionamiento de las neuronas.
Una voz me contesta... "hasta que mi ausencia siga quemándote por dentro". Y las paredes se derrumban, sepultando mi cuerpo para siempre... Fin.

¿Y? ¿Halló la metáfora oculta?
¿Qué dice? Tal vez narra cómo anhelo ocultarme bajo mis mil capas, hundirme hasta lo más profundo de mi caparazón, para renacer al fin, como una persona nueva, dar la cara a una vida llena de desafíos. Romper los vidrios que conforman esta jaula de cristal que no me permite tener coraje, que no me permite ser. Que me encadena... a un mundo lleno de inseguridad... cobardía... y fracaso.
¿Es esa su interpretación? ¿Sí?
Si pensó eso, es usted un inepto. Un zángano. Un papanatas. Un descerebrado, y un gil de cuarta.
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Pasame los puchos. |
¡Envidia! ¡Necesita usted sentirse más listo que otros para olvidarse de que el pantalón le hace flotadores! Me dirán.
Y yo contestaré: No. No, y sólo no.
No tengo ganas de argumentar.
No tengo ganas de seguir escribiendo.
No estoy deprimida. La vida no es una cagada. Pero sí hay gente que piensa que El Cisne Negro es una película enigmática que da paso a mil y un interpretaciones, y realmente, merecen un buen choque eléctrico que les reestablezca el correcto funcionamiento de las neuronas.
lunes, 6 de junio de 2011
Stalk stalking stalker.
Parecía que sería aquella una madrugada de lo más normal
Facebook, chat y Twitter antes de irse a acostar
¡Nada estaba fuera de lugar ni parecía inusual!
Tanto así que en la presencia de aquel ser extraño era imposible sospechar.
Esperaba la misteriosa criatura a que su víctima durmiese
Merodeó ocultando con recelo su oscura intención, cual sea que ésta fuese
Al fin de puntillas se animó frente a la casa de la presa desenvainar
Una imensa olla de engrudo y una gran caja con el logo de Movistar.
De la caja sacó una colilla de cigarro mentolado
La colocó en el suelo y sobre ella pegó una segunda con el pegamento
¡Lo hacía como si se tratase de un trabajo muy delicado!
Repitió este proceso incontables veces entreteniéndose con algún que otro canto.
Un muchacho se levanta de la cama habiéndose hecho al fin mediodía
Bosteza y mira por la ventana adyacente al póster de una banda pro-anarquía
Horrizado, no da crédito a sus ojos, los cuales abre como platos
Su casa estaba rodeada por un muro blanco como las túnicas de los Santos.
Baja al patio y golpea las paredes del inmenso muro
Evidente era que un alfeñique como él no podría derrumbarlo
Éste era alto como la torre del reloj de Volver al Futuro
Arrodillóse a llorar, seguro de que su única compañía era un pequeño mirlo.
La responsable de todo aquello se escondía detrás de un roble
No podía estar más satisfecha de las consecuencias de su acto tan poco noble.
Se acercó y dijo "me quedaré a vivir aquí para siempre, espero que no sea una ofensa"
El chico corrió y se atrincheró en su cuarto, aún sabiendo que no le serviría de defensa.
Los primeros días él se asomaba cada tanto a bichar por la ventana
La criatura estaba instalada habiéndose traído colchón y cocina
A lo mejor, pensó, se aburrirá si mantengo cerrada la persiana
Pero en el fondo sabía que eso no destruiría la muralla de nicotina.
En medio de la desesperación, el chico intentó de todo para escapar
Usando gancho y cuerda llegó al tejado escalar
Cavó con cucharas un pozo de metros de profundidad
Pero todo esto no hacía más que fundir su poca dignidad
Con el paso de las semanas los recursos se fueron agotando
En la alacena ya quedaban pocas latas de sardinas
En el jardín hediondas bolsas de basura se fueron amontonando
Y ya sin Internet, la computadora sólo ofrecía el Buscaminas.
Habiendo pasado tres meses, tocó la criatura el tibre del muchacho
Abrió la puerta y no encontró más que un plato y un pancho
Bajo el mismo, una nota decía "Feliz Aniversario".
Se manducó el regalo, dejó el plato limpio en la puerta, y no emitió comentario.
Facebook, chat y Twitter antes de irse a acostar
¡Nada estaba fuera de lugar ni parecía inusual!
Tanto así que en la presencia de aquel ser extraño era imposible sospechar.
Esperaba la misteriosa criatura a que su víctima durmiese
Merodeó ocultando con recelo su oscura intención, cual sea que ésta fuese
Al fin de puntillas se animó frente a la casa de la presa desenvainar
Una imensa olla de engrudo y una gran caja con el logo de Movistar.
De la caja sacó una colilla de cigarro mentolado
La colocó en el suelo y sobre ella pegó una segunda con el pegamento
¡Lo hacía como si se tratase de un trabajo muy delicado!
Repitió este proceso incontables veces entreteniéndose con algún que otro canto.
Un muchacho se levanta de la cama habiéndose hecho al fin mediodía
Bosteza y mira por la ventana adyacente al póster de una banda pro-anarquía
Horrizado, no da crédito a sus ojos, los cuales abre como platos
Su casa estaba rodeada por un muro blanco como las túnicas de los Santos.
Baja al patio y golpea las paredes del inmenso muro
Evidente era que un alfeñique como él no podría derrumbarlo
Éste era alto como la torre del reloj de Volver al Futuro
Arrodillóse a llorar, seguro de que su única compañía era un pequeño mirlo.
La responsable de todo aquello se escondía detrás de un roble
No podía estar más satisfecha de las consecuencias de su acto tan poco noble.
Se acercó y dijo "me quedaré a vivir aquí para siempre, espero que no sea una ofensa"
El chico corrió y se atrincheró en su cuarto, aún sabiendo que no le serviría de defensa.
Los primeros días él se asomaba cada tanto a bichar por la ventana
La criatura estaba instalada habiéndose traído colchón y cocina
A lo mejor, pensó, se aburrirá si mantengo cerrada la persiana
Pero en el fondo sabía que eso no destruiría la muralla de nicotina.
En medio de la desesperación, el chico intentó de todo para escapar
Usando gancho y cuerda llegó al tejado escalar
Cavó con cucharas un pozo de metros de profundidad
Pero todo esto no hacía más que fundir su poca dignidad
Con el paso de las semanas los recursos se fueron agotando
En la alacena ya quedaban pocas latas de sardinas
En el jardín hediondas bolsas de basura se fueron amontonando
Y ya sin Internet, la computadora sólo ofrecía el Buscaminas.
Habiendo pasado tres meses, tocó la criatura el tibre del muchacho
Abrió la puerta y no encontró más que un plato y un pancho
Bajo el mismo, una nota decía "Feliz Aniversario".
Se manducó el regalo, dejó el plato limpio en la puerta, y no emitió comentario.
miércoles, 1 de junio de 2011
Pendorcho.
La madrugada de ayer fue, literalmente, como de película. Me quedé hasta impropias horas de la madrugada con mi Santa Madre, leyendo antiquísimas cartas de amor de parte de mi progenitor hacia mi progenitora, llenas de connotaciones sexuales, deseos de abrazar, besar, dar cariño, paranoias, celos de los tiernos, y muchos "te quiero mucho, mucho" (ningún "te amo").
El panorama parecía sacado de una escena de film ochentero, de los más románticos: madre e hija reviviendo recuerdos mientras las paredes chorrean almíbar y pupurina. La madre, orgullosa, mira a la nena y piensa "aquel jovencillo, es hoy el padre de mi criatura. Y ella revivirá la historia". Probablemente no. Pero las negatividades tienden a obviarse para no embarrar un momento tan único.
Me acosté con el cerebro invertido. Me entraron unas ganas incontenibles de ser una adolescente de Hollywood, enamorada de un galán medio pobretón (pero muy fachero), y que nuestro amor sea correspondido.
Me dieron ganas de que mi vida sólo reproduzca escenas románticas o muy dramáticas, y se saltee aquellas en las que aparezco depilándome el sobaco con una Gilette, o haciendo un kamasutra precario para vestirme sin tener que sacarme las mantas de encima.
Quiero que se me haga un primer plano mientras apoyo el mentón en la mano durante las clases de física y pienso en Jack, Steve, Brian, o como sea que mi chongo yankee se llame, y se muestren flashes de fantasías con bordes de rosas, en donde nos abracemos dentro del auto afanado de su padre, Frank, mientras vemos una película en esos cines callejeros frente al mar. A esto, por supuesto, le sigue el retorno a la realidad asquerosa. Mi compañera de clase, la rubia, la malvada, la que va de rosado y tacos, dirá "¡qué bonito cabello, perdedora!" y me hará tropezar de un empujón mientras su séquito de chupamedias sueltan risitas burlonas. Pero yo soy la protagonista y el público está de mi lado, y saben que la toma final será de un beso apasionado con Jack, Steve o Brian.
Juro que fantaseaba con eso, y me dormí pensando en eso. Afortunadamente, hoy volví a sentar cabeza y me olvidé de esa mamarrachada que nunca ocurrirá. Me resigno al hecho de que el cornudismo es inminente, mi galán no-yankee va a usar unas medias horrendas, y mi suegro no se llamará Frank, ni tendrá un auto afanable. Se cenará en el Mundo de la Pizza y no frente al mar, se me regalará un peluche de patito con ojos asimétricos del Devoto y no un camafeo de plata con mi nombre grabado en letras relamidas. Nunca voy a ser la protagonista de una película adolescente y por tanto, el público no me tendrá como modelo a seguir, no se cortarán el pelo como yo, ni nombrarán a sus hijos como yo.
Si bien se me pasarían bastantes pavadas si Jack, Steve o Brian me amasen, la hijaputez constante del mundo real no tiene comparación, y le da bastantes vueltas a la sensiblera ficción. Me salió un versito, vió?
El panorama parecía sacado de una escena de film ochentero, de los más románticos: madre e hija reviviendo recuerdos mientras las paredes chorrean almíbar y pupurina. La madre, orgullosa, mira a la nena y piensa "aquel jovencillo, es hoy el padre de mi criatura. Y ella revivirá la historia". Probablemente no. Pero las negatividades tienden a obviarse para no embarrar un momento tan único.
Me acosté con el cerebro invertido. Me entraron unas ganas incontenibles de ser una adolescente de Hollywood, enamorada de un galán medio pobretón (pero muy fachero), y que nuestro amor sea correspondido.
Me dieron ganas de que mi vida sólo reproduzca escenas románticas o muy dramáticas, y se saltee aquellas en las que aparezco depilándome el sobaco con una Gilette, o haciendo un kamasutra precario para vestirme sin tener que sacarme las mantas de encima.
Quiero que se me haga un primer plano mientras apoyo el mentón en la mano durante las clases de física y pienso en Jack, Steve, Brian, o como sea que mi chongo yankee se llame, y se muestren flashes de fantasías con bordes de rosas, en donde nos abracemos dentro del auto afanado de su padre, Frank, mientras vemos una película en esos cines callejeros frente al mar. A esto, por supuesto, le sigue el retorno a la realidad asquerosa. Mi compañera de clase, la rubia, la malvada, la que va de rosado y tacos, dirá "¡qué bonito cabello, perdedora!" y me hará tropezar de un empujón mientras su séquito de chupamedias sueltan risitas burlonas. Pero yo soy la protagonista y el público está de mi lado, y saben que la toma final será de un beso apasionado con Jack, Steve o Brian.
Juro que fantaseaba con eso, y me dormí pensando en eso. Afortunadamente, hoy volví a sentar cabeza y me olvidé de esa mamarrachada que nunca ocurrirá. Me resigno al hecho de que el cornudismo es inminente, mi galán no-yankee va a usar unas medias horrendas, y mi suegro no se llamará Frank, ni tendrá un auto afanable. Se cenará en el Mundo de la Pizza y no frente al mar, se me regalará un peluche de patito con ojos asimétricos del Devoto y no un camafeo de plata con mi nombre grabado en letras relamidas. Nunca voy a ser la protagonista de una película adolescente y por tanto, el público no me tendrá como modelo a seguir, no se cortarán el pelo como yo, ni nombrarán a sus hijos como yo.
Si bien se me pasarían bastantes pavadas si Jack, Steve o Brian me amasen, la hijaputez constante del mundo real no tiene comparación, y le da bastantes vueltas a la sensiblera ficción. Me salió un versito, vió?
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When I durr I hurr. |
martes, 31 de mayo de 2011
"Brum rum rum"
... hacen los autitos, y nos vamos todos, vos, yo, mujeres, niños, ancianitos, negros, hindúes, árabes, chinos, japoneses, koreanos del norte, travestis, homosexuales, putos, drags, flacos, gordos, anoréxicos, obesos mórbidos, ignorantes, superdotados, avaros, conformistas, optimistas, realistas, autistas, almas de fiestas, comunistas, liberales, simpatizantes de izquierda, simpatizantes de derecha, clase baja, media, alta, fachos, latifundistas, trabajadores, Santos, cadáveres, mendigos, fumadores, enfermos terminales, ninfómanas, frígidas, pedófilos, pederastas, necrófilos, zoofílicos, coprófagos, megalómanos, suicidas, amantes de la vida, lectores de Cioran, clientes de Cinemateca, amantes de Ben Stiller, manyas, bolsos, terrajas, fáshons, infelices, mentirosos, fanáticos de Woodstock, admiradoras de Arjona, los que le hacen rating a Marcelo Tinelli, los que le hacían rating a Conan O'Brian, todos juntos.... a la mierda. [Repeat ad infinitum]
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Rum, rum. |
Fin.
Esa era la realidad, después llegó el espíritu naïve de los vítels, quienes la modificaron un poco y nombraron "Yellow Submarine".
Esa era la realidad, después llegó el espíritu naïve de los vítels, quienes la modificaron un poco y nombraron "Yellow Submarine".
sábado, 28 de mayo de 2011
¡Soy oscura, oh, abrázame soledad, méceme en la cuna del odio!
Será que hoy, sábado, día considerado popularmente como la encarnación de la fiesta, la diversión, la chabacanería, desfachatez, descontrol, puterío, baile, bachata, promiscuidad, libertinaje y más diversión, va corriendo para mí tan lento que parece que el humo del cigarro se suspende en el aire y se queda ahí, como un imbécil, mirándome, haciéndome arder los ojos y esperando a que lo aparte a manotazos.
Ojalá llueva, ojalá truene y ojalá se les termine el mundo. Porque no está todo bien.
(N.de.A: Escribí esto hace bastante tiempo. Lo redescubrí bichando antiquísimas entradas sin publicar, y me pareció que era más que válido aplicarlo al día de hoy).
Ojalá llueva, ojalá truene y ojalá se les termine el mundo. Porque no está todo bien.
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Felicidad. |
(N.de.A: Escribí esto hace bastante tiempo. Lo redescubrí bichando antiquísimas entradas sin publicar, y me pareció que era más que válido aplicarlo al día de hoy).
jueves, 19 de mayo de 2011
Cruce de miradas
Esa fracción de segundo, en la que una cabeza gira hacia allí, y otra, más de lejos, girá hacia allá; el iris de él recorre el paisaje como una cámara en modo panorámico, el iris de ella también recorre el paisaje como una cámara en modo panorámico. Pero en una galaxia vecina, unos cuantos planetas de colores bonitos se alinean. Las pupilas chocan con abrupta elegancia. Los engranajes del Universo terminan de dar una vuelta.
Cualquiera se atrevería a tildar este curioso ritual, de intrascendencia, ñoñería, cosa de niños o de "gente que se hace la que piensa demasiado". Declaro esta forma de pensar: insolente. Bello debe de ser andar flotando por ahí, como una esencia etérea, y adentrar en las cabecitas de los protagonistas de esta especie de corto cinematográfico.Si fuese posible pausar el momento en el que las miradas se rozan, podría dibujarse a la perfección una línea, recta y punteada, que junte las manitas de dichas pupilas.
Una pequeñísima pero a la vez contundente descarga eléctrica, como la de una picana (esas para dar "toques") a punto de romperse, recorre ambos cuerpos. Los corazones se atragantan y tosen con vergüenza. Las manitas se desprenden, las pupilas siguen su camino, aligeran el paso ahorrándose la sutileza. Una hacia allí, la otra hacia allá.
¿Se habrá dado cuenta? Piensa él.
¿Se habrá dado cuenta? Piensa ella.
Avergonzado y avergonzada son ahora cómplices, uno del otro. Acordaron silenciar sus pensamientos. El paralelismo de éstos es proporcional a la distancia de sus cuerpos. Que si no fue muy obvio, y qué estupidez, debe de pensar que le tengo terribles ganas, y qué terrible, y qué lindo corte de pelo tiene.
Él se tropieza con una baldosa rota, ella casi se lleva una vieja por delante. A él le sudan un poco las manos, ella está coloradísima.
Los protagonistas del corto cinematográfico unen sus muñecas por una seda invisible. El hilo se tensa cuando uno invade la mente del otro, y se forma un nudo cuando se repite el ritual del cruce de miradas.
Algún día de estos, el hilo se cortará. Apenas hará plap, y las muñecas estarán libres. No habrá línea que forme puente de pupila a pupila. Siguen su camino, como si nada.
Y los planetas de colores bonitos también.
A veces, todo es muy poco.
Cualquiera se atrevería a tildar este curioso ritual, de intrascendencia, ñoñería, cosa de niños o de "gente que se hace la que piensa demasiado". Declaro esta forma de pensar: insolente. Bello debe de ser andar flotando por ahí, como una esencia etérea, y adentrar en las cabecitas de los protagonistas de esta especie de corto cinematográfico.Si fuese posible pausar el momento en el que las miradas se rozan, podría dibujarse a la perfección una línea, recta y punteada, que junte las manitas de dichas pupilas.
Una pequeñísima pero a la vez contundente descarga eléctrica, como la de una picana (esas para dar "toques") a punto de romperse, recorre ambos cuerpos. Los corazones se atragantan y tosen con vergüenza. Las manitas se desprenden, las pupilas siguen su camino, aligeran el paso ahorrándose la sutileza. Una hacia allí, la otra hacia allá.
¿Se habrá dado cuenta? Piensa él.
¿Se habrá dado cuenta? Piensa ella.
Avergonzado y avergonzada son ahora cómplices, uno del otro. Acordaron silenciar sus pensamientos. El paralelismo de éstos es proporcional a la distancia de sus cuerpos. Que si no fue muy obvio, y qué estupidez, debe de pensar que le tengo terribles ganas, y qué terrible, y qué lindo corte de pelo tiene.
Él se tropieza con una baldosa rota, ella casi se lleva una vieja por delante. A él le sudan un poco las manos, ella está coloradísima.
Los protagonistas del corto cinematográfico unen sus muñecas por una seda invisible. El hilo se tensa cuando uno invade la mente del otro, y se forma un nudo cuando se repite el ritual del cruce de miradas.
Algún día de estos, el hilo se cortará. Apenas hará plap, y las muñecas estarán libres. No habrá línea que forme puente de pupila a pupila. Siguen su camino, como si nada.
Y los planetas de colores bonitos también.
A veces, todo es muy poco.
martes, 17 de mayo de 2011
Galletas mañaneras.
No acostumbro desayunar. En realidad, hace bastante tiempo que considero desayunar, el tomar una taza de té a las apuradas y nada más. 70 en el microondas.
Pero hoy, ¡sorpresa sorpresa! encuéntrome con un paquete de galletas surtidas cerca de la alacena. Acerco plato y, al abrir aquella bolsa rellena de carnavales de sabores exóticos, misteriosos, e incluso inquietantes, siento la nuca iluminada por un aurea celestial. Me siento bendecida. Soy la elegida. El paquete está lleno de galletas de chocolate acebradas, o Cebritas, como obligan al consumidor a llamarles. Las mejores e inigualables del mercado.
Selecciono un puñado de éstas, así como también un par de bastoncitos y una de vainilla (vainilla?). El desayuno perfecto que hacía tiempo no tenía.
Llevo plato y taza al baño, habiéndome ya acostumbrado a desayunar allí mientras me acicalo frente al espejo como una maricona.
Llega el buen momento de elegir el manjar como si estuviese uno apurado en un cumpleaños por decidirse por una -y no dos- masitas de la bandeja que está a punto de retirarse. Cabe destacar que no me gustan las masitas.
Como una máquina, esas del brazo metálico que toma peluches que nunca llegan a nuestras manos, abro las garras, y me decido por la acebrada. Exclamé con angustia: ¡oh, no! ¡El chocolate está derretido! Juro en hebreo, refunfuño y me muerdo la lengua hasta hacer sangre. No podría continuar con aquella, de ninguna manera. Cambio de elección y procedo a manducarme la de vainilla (vainilla?!). Pero ¡ay de mí! ¡Humedad! En terribles tragedias como ésta desemboca dejar el paquete de galletas mal cerrado, tomen, tomen nota, panda de iletrados.
Por ese entonces ya había perdido la cordura, ninguna galleta era comestible: los bastoncitos tenían sabor a bolsa de plástico, las de chocolate estaban aún más pastosas que las de vainilla (sí, vainilla), y las acebradas parecían remojadas en Lactolate. ¡Todo fue una gran trampa! ¡Una catástrofe! ¡Mi desayuno había sido saboteado! ¡Me siento ultrajada!
¡Diosa Fortuna, te maldigo!
Pero hoy, ¡sorpresa sorpresa! encuéntrome con un paquete de galletas surtidas cerca de la alacena. Acerco plato y, al abrir aquella bolsa rellena de carnavales de sabores exóticos, misteriosos, e incluso inquietantes, siento la nuca iluminada por un aurea celestial. Me siento bendecida. Soy la elegida. El paquete está lleno de galletas de chocolate acebradas, o Cebritas, como obligan al consumidor a llamarles. Las mejores e inigualables del mercado.
Selecciono un puñado de éstas, así como también un par de bastoncitos y una de vainilla (vainilla?). El desayuno perfecto que hacía tiempo no tenía.
Llevo plato y taza al baño, habiéndome ya acostumbrado a desayunar allí mientras me acicalo frente al espejo como una maricona.
Llega el buen momento de elegir el manjar como si estuviese uno apurado en un cumpleaños por decidirse por una -y no dos- masitas de la bandeja que está a punto de retirarse. Cabe destacar que no me gustan las masitas.
Como una máquina, esas del brazo metálico que toma peluches que nunca llegan a nuestras manos, abro las garras, y me decido por la acebrada. Exclamé con angustia: ¡oh, no! ¡El chocolate está derretido! Juro en hebreo, refunfuño y me muerdo la lengua hasta hacer sangre. No podría continuar con aquella, de ninguna manera. Cambio de elección y procedo a manducarme la de vainilla (vainilla?!). Pero ¡ay de mí! ¡Humedad! En terribles tragedias como ésta desemboca dejar el paquete de galletas mal cerrado, tomen, tomen nota, panda de iletrados.
Por ese entonces ya había perdido la cordura, ninguna galleta era comestible: los bastoncitos tenían sabor a bolsa de plástico, las de chocolate estaban aún más pastosas que las de vainilla (sí, vainilla), y las acebradas parecían remojadas en Lactolate. ¡Todo fue una gran trampa! ¡Una catástrofe! ¡Mi desayuno había sido saboteado! ¡Me siento ultrajada!
¡Diosa Fortuna, te maldigo!
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Arruinaron mi día. |
sábado, 14 de mayo de 2011
¡Eh!
Me estoy quedando pelada.

¡Grandiosa!
¡Espléndida!
¡Gloriosa!
¡Magnífica!
¡Prodigiosa!
¡...cagada!
¡Morid!
¡Os odio!
¡Os odio a todos!
viernes, 13 de mayo de 2011
---> Notice
"El Infierno de los vivos no es algo que será: hay uno, es aquél que existe ya aquí, el Infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: acepatar el Infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del Infierno, no es Infierno, y hacerlo durar, y darle espacio."
Las ciudades Invisibles - Italo Calvino
No entiendo por qué me consideran Infierno justo aquellos que no son parte de él.
jueves, 12 de mayo de 2011
Hoy sigo odiando todo.
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Picture unrelated |
Pregúntome yo: ¿Habré pisado justo aquella baldosa, compuesta por un pixel defectuoso que me buggeó la vida y me hizo entrar en un error crítico eterno? Dentro de poco podría empezar a ver en tonos rasposos de violeta y verde. Las figuras comenzarían a desencajarse entre sí y todo sonido se transformaría en un tortuoso pitido como de 16 bits. ¿Habrá sido la puerta del baño liceal un portal a una dimensión que simula ser idéntica a la original pero provoca que todo a mi alrededor genere una disconformidad absoluta y constante? ¿Habrá alguien degollado una gallina con mi nombre en el pradito, recitando maleficios en una lengua muerta mientras se esparcía pororó y pétalos de rosas (mis flores más repudiadas) sobre el ligeramente convulso cadáver de mi tocaya?
Y pensar que hasta hace una semana me creía viva por jactarme de mi odio hacia una importante parte de las cosas o costumbres ajenas, o bien hacia mí misma. Si las cosas siguen cuesta abajo, tendría que empezar a buscar nuevas motivaciones, sin filtros, no importa que esto implique fanatizarme a la fuerza con la repetición de Gran Hermano, o descubrir un hobby oculto, como cortarle el pelo a las muñecas, contar calorías o quemar gente que anda por ahí.
miércoles, 11 de mayo de 2011
Lista de cosas que no odio.
Hoy apareció una nube negra y se puso a diluviarme en la cabeza, así, de la nada.
Y no tengo paraguas.
Hoy odio todo.
Y no tengo paraguas.
Hoy odio todo.
miércoles, 4 de mayo de 2011
Acontecimiento poco trascendente
Saltando de Blog en Blog, me encontré con el de una persona por sobre todo despreciable. Al pie de cada entrada, se preguntaba: ¿Vas a comentar, no?, y adyacente a esto, habían dos botoncitos. Uno de Sí, y otro de... ¿de qué? Bueno, evidentemente, de No.
Supongo que estoy llegando tarde a clases por marcar un No en cada uno de los botones de cada una de las entradas. No es por embromar, pero ese hombre escribe muy mal.
Fin, en cursiva.
Supongo que estoy llegando tarde a clases por marcar un No en cada uno de los botones de cada una de las entradas. No es por embromar, pero ese hombre escribe muy mal.
Fin, en cursiva.
martes, 3 de mayo de 2011
Céline, crítico de cine
Acabo de ver "La chica de la capa roja", de Catherine Hardwicke. ¡Atroz! Se me dirá: ¡pero si es una película para adolescentes con el mito de Caperucita y el Lobo! Y yo respondo: ¡no menospreciemos a los adolescentes! ¡Pero los adolescentes de esta película son todos subnormales! Deberíamos preguntarnos qué clase de juventud deseamos para nuestro país. Y yo digo: ¡estos jóvenes no, por favor! ¡Habría que mandarlos a un campo de concentración! ¡Y someterlos al escarnio! ¡Y si es necesario aplicarles castigos corporales!
La historia se resume en la complejísima idea de un lobo feroz que azota a la pequeña población de una aldea, aunque luego el guión se vuelve más abstracto, porque en realidad... ¡es un hombre-lobo! ¡Y nuestros adolescentes tarados quieren cazarlo! Uno de ellos se parece a Hernán Crespo, aquel centrodelantero de la selección argentina... ¡Pero Crespo es diez veces mejor actor! Y no hablemos del primer cadáver que encuentran en el pueblo: apenas tiene un rasguño. Y yo pregunto: ¡¿con qué lo mató el lobo?! ¡¿Del miedo?! ¡¿Con una inyección letal?! Después están los viejos de la aldea, con la supuesta sabiduría y experiencia. ¡Lastimosos! ¡Deberían ir a una casa de salud, de esas que se llaman "Años Dorados", o "Lo Mejor de Nuestras Vidas"! Y hablando de casas de salud: ¡¿Cómo pueden poner esos nombres?! ¡Qué ironía! ¡En realidad deberían llamarse "Luz Tenue", "Fin de Trayecto" o "Aquí me Quedo"! ¡Mucho más sincero! Y ahora hablemos de la directora, a quien promocionan como la señora que hizo "Crepúsculo". ¡Crepúsculo el de sus mentes y sus ideas! ¡Todo es de shopping: los actores, el guión, los decorados, la luna llena (¡roja! ¡de sangre! ¡qué original!) e incluso el lobo! ¡Y allí están mezclados Christie y Gary Oldman!
¿¡Pero qué hacen, condenados de Dios?! ¡¿Tienen deudas de drogas?! ¡¿En el casino?! ¡¿Sacaron un boleto para orbitar alrededor de la Tierra y resultó mucho más caro de lo que pensaban?! ¡Basta de soportar un cine tan estúpido! ¡Que Pétain se haga cargo de los responsables! ¡Vivan los ejércitos de ocupación! ¡Viva Leni Riefenstahl! ¡Vivan los lobos!
La historia se resume en la complejísima idea de un lobo feroz que azota a la pequeña población de una aldea, aunque luego el guión se vuelve más abstracto, porque en realidad... ¡es un hombre-lobo! ¡Y nuestros adolescentes tarados quieren cazarlo! Uno de ellos se parece a Hernán Crespo, aquel centrodelantero de la selección argentina... ¡Pero Crespo es diez veces mejor actor! Y no hablemos del primer cadáver que encuentran en el pueblo: apenas tiene un rasguño. Y yo pregunto: ¡¿con qué lo mató el lobo?! ¡¿Del miedo?! ¡¿Con una inyección letal?! Después están los viejos de la aldea, con la supuesta sabiduría y experiencia. ¡Lastimosos! ¡Deberían ir a una casa de salud, de esas que se llaman "Años Dorados", o "Lo Mejor de Nuestras Vidas"! Y hablando de casas de salud: ¡¿Cómo pueden poner esos nombres?! ¡Qué ironía! ¡En realidad deberían llamarse "Luz Tenue", "Fin de Trayecto" o "Aquí me Quedo"! ¡Mucho más sincero! Y ahora hablemos de la directora, a quien promocionan como la señora que hizo "Crepúsculo". ¡Crepúsculo el de sus mentes y sus ideas! ¡Todo es de shopping: los actores, el guión, los decorados, la luna llena (¡roja! ¡de sangre! ¡qué original!) e incluso el lobo! ¡Y allí están mezclados Christie y Gary Oldman!
¿¡Pero qué hacen, condenados de Dios?! ¡¿Tienen deudas de drogas?! ¡¿En el casino?! ¡¿Sacaron un boleto para orbitar alrededor de la Tierra y resultó mucho más caro de lo que pensaban?! ¡Basta de soportar un cine tan estúpido! ¡Que Pétain se haga cargo de los responsables! ¡Vivan los ejércitos de ocupación! ¡Viva Leni Riefenstahl! ¡Vivan los lobos!
Eduardo Alvariza es un señor muy capo.
domingo, 1 de mayo de 2011
Different Class.
" Nanananana, live like common people, nananananana, common people do, nananananana, like common people...! "
Eso dice la canción.
sábado, 30 de abril de 2011
кошек

Y aún así...
El mío es el más bello de todos.
martes, 26 de abril de 2011
Globos.
Esto no tiene nada que ver, pero estaba en la puerta del baño de Cinemateca y me gustó. |
Me gustaría escuchar una noticia que, por primera vez, deje al televidente un gustillo de alegría. Hoy me senté y mientras hablaban sobre el trapo kilométrico del que los manyas están tan orgullosos, me imaginé al lenteja del 4 contando cómo un terremoto justo afectó esa fábrica de globos de colores que estaba en una ciudad de nombre imposible de pronunciar, derrumbándola, dejando así escapar una bandada de esferas levitantes que procedieron a teñir el cielo de cuanto color pueda uno imaginarse, liberando a la gente del estrés causado por el sismo, y entreteniendo a los nenes que andaban por la vuelta.
¿Nunca a nadie le dije que me encantan los globos de colores? Debe de ser por culpa de ese deseo frustrado mío. Nunca remonté una cometa. Hasta el día de hoy no me puedo sacar de encima esa cruz en forma de frustración que me cargaron en la espalda. Por vagancia no más.
lunes, 25 de abril de 2011
Panza.
Hoy se ha quejado bastante. No se le entiende mucho, porque habla bajito. A veces uno llega a escucharle decir que le duele porque se tropezó con algún mal plato. También sé que los cambios de temperatura la hacen marear, y da vueltas como un trompo.
En ocasiones se distrae y se sienta sobre un hormiguero. Los bichitos le caminan alrededor por un rato, la mordisquean, pero se los saca de encima bastante rápido y disimula las cosquillas. Por lo general, los hormigueros son antropomorfos.
Existen panzas muy dependientes. Suelen ser las de los más corpulentos. Para que las pobres no se sientan tan solas ni se pongan depresivas, se enmanducan una bolsa de bizcochos, chocolates de todo tipo por estas fechas, o algunas porciones de pastafrola (nunca de pastaflora). La mía es bastante indiferente, pero yo le mando compañía igual, por las dudas.
Hoy no sé qué le pasó. Es como si hubiese estado caminando y de repente se clavase una espina. Trata de no apoyarse en la herida, pero cada tanto se olvida, la espina se hunde en la carne y lastima.
Quién sabe qué puede estarle pasando. Quién sabe si algún bichito se coló y la estará picando por dentro. Algunos dicen que las mariposas en la panza son un síntoma de enamoramiento, pero de seguro las moscas y las abejas volando a las anchas de la misma son un mal argurio. A mi parecer son portadores de sangrados internos.
En ocasiones se distrae y se sienta sobre un hormiguero. Los bichitos le caminan alrededor por un rato, la mordisquean, pero se los saca de encima bastante rápido y disimula las cosquillas. Por lo general, los hormigueros son antropomorfos.
Existen panzas muy dependientes. Suelen ser las de los más corpulentos. Para que las pobres no se sientan tan solas ni se pongan depresivas, se enmanducan una bolsa de bizcochos, chocolates de todo tipo por estas fechas, o algunas porciones de pastafrola (nunca de pastaflora). La mía es bastante indiferente, pero yo le mando compañía igual, por las dudas.
Hoy no sé qué le pasó. Es como si hubiese estado caminando y de repente se clavase una espina. Trata de no apoyarse en la herida, pero cada tanto se olvida, la espina se hunde en la carne y lastima.
Quién sabe qué puede estarle pasando. Quién sabe si algún bichito se coló y la estará picando por dentro. Algunos dicen que las mariposas en la panza son un síntoma de enamoramiento, pero de seguro las moscas y las abejas volando a las anchas de la misma son un mal argurio. A mi parecer son portadores de sangrados internos.
domingo, 24 de abril de 2011
Hábitos poco interesantes.
No es que pretenda invocar espíritus San Valentinescos de papel que me muestren en qué andan dichas personas a través de un espejito mágico. O realice semejante actividad recitando poemas de Vilariño entre lágrimas y mocos, con un adagio de fondo.
En realidad, carece de explicación lógica.
A lo mejor tiene que ver con el hecho de que muchos de los objetos pegados o colgados recibieron elogios y comentarios varios de visitantes hoy día lejanos.
Upgradeando las paredes, agregando nuevos colores e imágenes a las mismas, se reducen las posibilidades de que el ojo justo se pose en aquella foto que tanto gustó a Fulano o entre aquellos cuadros bajo los cuales Mengano escribió una guarangada con marcador permanente rojo, y se proyecten así flashes de un pasado lleno de arcoirises, unicornios y risas angelicales, muy extrañable.
Otras veces asumo que viene por el lado de pasar el rato imaginándome qué podría pensar aquel tercero con el que me encuentre ligeramente vinculada emocionalmente; qué podría pensar al verme pegar con una gracia y vigor propios de una bailarina de ballet con dermatitis en la planta del pie, tantos recortes de papel de diferentísimos tamaños, trepar a los cajones, escritorios, sillas y respaldos de la cama para alcanzar a cubrir hasta el vértice pared-techo, al son de alguna canción más bien ochentera. Una labor tan de cronopio me hace sentir bastante menos fría y distante, tal vez más propicia a transmitir ganas de abrazar y esas cosas de persona boba.
Es como una caricia psicológica.
martes, 5 de abril de 2011
Hola.
No escribo porque piense que me vayan a leer, o porque asuma que mis inexistentes haters van a convulsionar de una envidia inventada. No escribo porque quiero plasmar mis dolorosos, sangrientos, angustiantes y espinosos sentimientos, hacer estremecer relatando cómo por más que busco y busco no encuentro el par de mi media más linda. Negra y a rombos por cierto. No quiero compartir los desamores que acostumbro a negar haber tenido, no quiero planificar un suicidio ni citar filósofos que no conozco. No espero que piensen "profundo, muy profundo" mientras pasan por alto entradas que no tienen razón de ser, ni mucho menos espero que un gran editor me ofrezca escribir pantristeadas para alguna revista de nivel, o bien publicar una autocrítica plagiada de otras autocríticas plagiadas de Murakami. Pff, no. Escribo porque este té no se enfría, escribo porque YouTube es lento, escribo porque nadie juzga y todavía falta pila para que sea mañana. Y mañana también va a faltar pila para que se pasado mañana, y pasado mañana no voy a querer que sea el día siguiente, porque tampoco querré que sea el anterior, ni mucho menos el mismo pasado mañana. Porque soy emo, porque este té no se enfría, porque YouTube es lento, porque total, nadie juzga y porque se viene el invierno. No, mentira, por eso último no.
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Al gatito de la izquierda no le sirvieron nada. |
jueves, 17 de marzo de 2011
martes, 8 de marzo de 2011
Gordo rojo.
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Unlrelated |
Me pregunta: ¿Creés en Papá Noel?
Lo quedo mirando con ciertos aires de superioridad que, en el fondo me avergüenzan bastante. Pero al fin y al cabo lo que siento al oírlo hablar es una especie de satisfacción al tener representado semejante contraste de madurez y experiencia.
No sé qué responder y me limito a esperar que el silencio le baste como respuesta. Dirige la mirada al suelo, juguetea con los dedos de empanada que tiene, y, desafortunadamente, vuelve a abrir la boca.
¿Y qué le vas pedir de regalo cuando venga este año?
Nada, le digo, con una sequedad propia de un milico de antaño (de esos de espeso bigote y orejas lanudas, por cierto).
Intento hundir las narices en el libro y finjo concentración, por más que el mismo sea, a grandes rasgos, embolante.
Mentira, dice la criatura, de puntitas de pie para alcanzar a divisar mis ojos falasmente engarzados en la página que narraba un diálogo entre Francesca y Lisi.
Cierro aquel añejo ejemplar de Jorli sin darle importancia a marcar la página en donde me había quedado.
Bueno, digo, a lo mejor hay varias cosas que me gustaría encargarle, pero de seguro no son tantas como las que le planearás pedirle en tu cartita.
El nene frunce el entrecejo y sacude la cabeza. No, no. Sólo quiero que me deje un púnchinbol, y un mazo de cartas shú gí ó. Y si le sobra espacio en el trineo, también quiero una pizarra. Pero son muy grandes y los renos se cansarían si tuviesen que cargarlo.
Se me retuerce el estómago ante el fugaz deseo de tener un hijo como aquel, tan bien hablado e inteligente. Por suerte fue cosa del momento.
Dale, ahora te toca a vos. ¿Qué le vas a pedir?
Para sacarme a la insitente criatura de encima, poso el dedo en el labio y pienso en alguna respuesta convincente.
Y... a lo mejor... no sé. Alguna carterita, supongo. Sí, una que vi en el centro el otro día, de cuero negro y con cadenitas. Sí, necesitaría una cartera.
¿Eso nada más? Pregunta el niño, como intentando tirarme de la lengua.
No, no, digo sacudiendo las manos. También quisiera una remera estampada que vi por ahí, violeta y con conejitos. Ah, y un gorrito. Un gorrito de lana para el invierno. Un pantalón para variar, que el que tengo lo compré hace meses y está hecho pelota... este... ehm...
Papá Noel no tiene tanto espacio en el tr... Antes de que el infante termine con su oración, lo interrumpo y alzo la voz, como para que preste más atención.
¡No terminé todavía che! Le pediría además unas cuantas cajas de cigarros...
Papá Noel no trae cigarros, retruca el nene con acento de dibujito animado.
¿Qué me importa? Sí que trae, vos no sabés nada, le digo mientras lo apunto con menosprecio. Unas cuantas cajas de cigarros, para no tener que gastar más plata hasta dentro de varios meses. Muchas cajas de cigarros. Es más, un cartón de cajas. Y que sean mentolados. Sí. Cigarros mentolados. Eso y, y, y una agenda muy cara con muchas funciones para que no se me pase un detalle de todo el año, una enorme cartuchera con lapices y lapiceras de reconocidas marcas, y ya que estamos, una caja de colores Carandache, para ser la mejor en las clases de dibujo. Quiero de paso que me consiga una trocha de DVD's con películas que le enlistaría con sumo cuidado, procuraría no olvidarme ni de una sola, me gustaría tener la filmografía de Tarkovsky, Fellini, Jarmusch, Almodovar, Kurosawa, y, y, y Nikita Mikhalkov también. Un gorro de piel ruso le encargaría incluso, pero que sea original, un gorro de piel soviético, y que sea bien antiguo. Ah, ya que estamos, pediría que baje el precio del bondi, y que el 582 y el 151 pasen muy, muy seguido. Y que los taxis no cobren en los semáforos. Quiero un celular con cámara re potente de esos que se usan ahora, una laptop para conectarme a Internet desde donde yo quiera y una cámara profesional para sacarle fotos a lo que se me antoje. Pero que no me los roben. Le pediría que ya no exista el riesgo de que los mugrientos se afanen los objetos de valor. Es más, le pediría que los exterminase a todos, que no quede ni uno vivo, y que lo transmitan por la televisión.
¿No te parece que ya es suficiente? Se animó a preguntar con timidez el pequeñuelo, pero para ese entonces estaba yo de pie habiendo tirado el libro por ahí, y señalaba la nada como un superhéroe con los ojos brillantes de esperanza.
¡Quiero que Papá Noel haga que el gobierno obligue a los marginales a hacer trabajos comunitarios y que se los azote las 24 horas del día para que laburen con más garra! ¡Quiero que fajen a todos esos malnacidos que le encajan chumbos a las viejitas viudas por 200 pesos! ¡Y que les corten las cuerdas vocales para que nunca más puedan comerse las "eses"! ¡Quiero un water de esos que hay en Japón que ponen música cada vez que te sentás, así no me daría pereza despegarme de la silla de la computadora para ir al baño! ¡Quiero encontrar al chongo de mis sueños y jugar a sentarnos en dicho water para reírnos de la musiquita que toca! ¡Quiero recibir un mensaje de texto en mi celular de última generación todos los días, escrito por el chongo de mis sueños, y que me haga reír, y que nunca se aburra, y además, pediría nunca, nunca, nunca jamás ser cornuda! ¡Quiero que el chongo esté bueno y que le guste ir al cine como a mí, y de paso quiero que el cine se forre en guita y que consiga muchas películas y compren butacas recontra cómodas y, y, y quiero tener un fangote de guita para viajar a donde yo quiera, y comprarme un violoncello, y, es más, le voy a pedir que me consiga una academia de música en donde pueda aprender a tocarlo, y que me asegure un lugar en la orquesta sinfónica! ¡No, no! ¡Quiero que me inviten de todos lados para ser cellista invitada y tocar como Yo-Yo Ma, y también saber tocar el arpa, y, y el violín, y esos tambores gigantes, y el triángulo también! ¡Quiero además tener uno de esos gatos cruzados con leopardo que se venden en Europa, y que tenga un nombre polaco, y quiero también que el gordo sueco me quiera de vuelta, y tener el poder de matar a quien yo quiera, y, y una máquina que grabe mis sueños así los puedo ver cuando me despierto, y además, pediría ser como esas modelos francesas y tener la cara angulosa para usar el pelo bien corto, o bien, un pelo bien lindo y lacio, y de paso, que pasen los años y estar siempre resplandeciente, y que no me duela cuando me muera, y nunca contraer esas enfermedades que le vienen a los que fuman, y que se me vaya el dolor de espalda, y que se vaya la celulitis y la flatcidez, y ya que estoy quiero no tenerle miedo a nada, ni a los ruidos fuertes, ni a la oscuridad ni a las enfermeras de Silent Hill, y estudiar psicología, y trabajar de médico forense, y que me paguen mucho por trabajar poco y en lo que me guste, y ser más inteligente que nadie más, y que todos me admiren y me pregunten cómo hago para ser tan genial, tan sabia y tan perfecta, y le pido también tener todas esas cosas que me harían muy feliz por el resto de mi vida, y una bolsa llena de lámparas de Aladdín por si todo falla, y...!
Alzando los dos brazos y dirigiendo la mirada al techo, con los ojos cerrados con mucha fuerza, caigo en cuentas recién en ese momento de que el niño se había ido quién sabe hacía cuánto tiempo. Miro a mi alrededor, y, recuperando la compostura que la madurez me cargó en la espalda, recojo el libro de Jorli y lo hojeo buscando la página en la que me había quedado.
lunes, 7 de marzo de 2011
Tsk
How could I let things
Get to me so bad?
How did I let things get to me?
Get to me so bad?
How did I let things get to me?
Why can’t you stay here a while
Stay here a while...
Stay with me.
Stay here a while...
Stay with me.
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