martes, 26 de abril de 2011

Globos.

Esto no tiene nada que ver, pero
estaba en la puerta del baño de
Cinemateca y me gustó. 
A veces me gustaría poner el noticiero de la tarde y escuchar una noticia que no involucre kioskeros mutilados, ni nuevas especies de aves rapaces extinctas debido a la radiación, ni ninguna esas cosas que hacen a la gente pensar que lo del 2012 es cierto.
Me gustaría escuchar una noticia que, por primera vez, deje al televidente un gustillo de alegría. Hoy me senté y mientras hablaban sobre el trapo kilométrico del que los manyas están tan orgullosos, me imaginé al lenteja del 4 contando cómo un terremoto justo afectó esa fábrica de globos de colores que estaba en una ciudad de nombre imposible de pronunciar, derrumbándola, dejando así escapar una bandada de esferas levitantes que procedieron a teñir el cielo de cuanto color pueda uno imaginarse, liberando a la gente del estrés causado por el sismo, y entreteniendo a los nenes que andaban por la vuelta.
¿Nunca a nadie le dije que me encantan los globos de colores? Debe de ser por culpa de ese deseo frustrado mío. Nunca remonté una cometa. Hasta el día de hoy no me puedo sacar de encima esa cruz en forma de frustración que me cargaron en la espalda. Por vagancia no más.

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