Esta señora, quien disfruta de la escritura clase Z, recuerda las épocas en las que los dedos se le fugaban y escribían con acidez acerca de aflicciones, tragedias, infortunios y desdichas y podía reírse de ello. Escribía acerca de sus desaventuras diarias y en medio de la lágrima y la mofa bienintencionada, llegaba a la catarsis.
Pero ahora, ahora que su vida es como un árbol recortado de forma prolija, sin yuyos ni parásitos, de lo único que los vagos afleñiques de sus dedos pueden escribir, es de gatitos durmiendo en una cesta de mimbre, bebés haciendo muecas, margaritas que crecen a su paso, vestidos veraniegos azules con pintas blancas, bicicletas que llevan un cachorrito en su canasta y Soles bañando de luz ciudades llenas de gente sonriente.
¿A quién le importaría?
A mí no.
Dicen que cuantas más cosas querés, menos odiás.
Algo de cierto debe de tener.
Podrá cambiar la temática, pero la forma de escribir nos sigue cautivando.
ResponderEliminarOdie y ame como le parezca.
Aunque reconozco que "bebés haciendo muecas" no es algo que hubiese esperado leer de su mano...
ResponderEliminarEs sólo un decir, tenía que rellenar.
EliminarYo descubrí que no puedo escribir si está todo resuelto en mi vida, si estoy en paz, si estoy feliz. Y la verdad, prefiero poder escribir.
ResponderEliminarNunca tan de acuerdo con Queirol, "nos" sigue cautivando
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