Era una zona hostil, definitivamente. Infestada de demonios que se emperraban en amarrarme con más fuerza a la hoguera. Demonios que con su mera presencia hacían que el tiempo corriese más despacio. Literalmente.
Los demonios de los 2,5kb estaban destinados a dificultarme (por no decir imposibilitarme) el trabajo. Se movían despacio, y apestaban a salario mínimo. Habían sido creados para evitar que emplease sabiamente mis minutos de vida, y diseñados para obligarme a desperdiciarlos.
Dejaban tras de sí un rastro de arenas movedizas, en las cuales uno siempre terminaba atascado. Muchas veces, para salvar mi propio pellejo, debía abandonar mis avances laborales, y resignarme a verlos hundirse en aquellos barros corruptos. Archivos sustanciales, valiosísimos, necesarios en mi vida, se perdían para siempre y ni tiempo tenía yo de concederles un par de minutos en su memoria.
La vida a la sombra de estas criaturas enviadas por Carlos Slim era, sin lugar a dudas, un eterno suplicio. Absorbieron mi alma y transformaron en tormento lo que una vez había sido una actividad recreativa.
Pero todo cambió.
En el transcurso de lo que parecía ser un lánguido día normal, el cielo se rasgó, enseñando un imponente torbellino de luz a través del cual los salvadores descendieron majestuosamente.
Se trataba de hermosas y ágiles criaturas que blandían enormes tizonas de ADSL: los legendarios Santos de los 3mb, defensores de la libertad de expresión y la piratería.
Los demonios de los 2,5kb se disolvieron en su propia mugre ante la esencia divina de semajantes seres, reduciéndose a cenizas que posteriormente fueron esnifadas por los mismos como símbolo de su inexorable victoria.
Estas criaturas sagradas velan por mí en estos demos de Invierno polar que hoy día tenemos por madrugadas. Están ahí para posar sus esbeltas manos en mi hombro cuando irrumpo en llantos al ser estafada por links caídos, de la misma forma que iluminan el camino hacia los blogs de descargas.
Gracias Antel
Me diste nada más que el Mundo en bandeja.