Terracota figura en la memoria de pocos en Trinidad y Tobago. Casi nadie recuerda ya aquel barrio que aterraba a los niños y asombraba a los científicos.
Perdida tras la, en sus tiempos famosa, Muralla Espejada, Terracota es hoy un mundo paralelo, una dimensión completamente ajena a la nuestra.
Los habitantes de Terracota no son ni más ni menos gentiles que el resto de los trinitarios. Sus costumbres no se escapan de los patrones a los que cualquier sudamericano del Norte consideraría normal, exceptuando las de algunos descendientes de Merenios, que suelen realizar los ritos propios de su cultura cuando, por ejemplo, arriba el partir de algún ser querido, pero éstos son una minoría.
Sin embargo, los Terraqueños padecen una condición única en la raza humana, vulgarmente llamada Síndrome de Piel Permeable.
Como el nombre lo dice, la piel de los nativos de Terracota es permeable, tanto externa como interiormente. Esto los convierte en sangrantes bolsas de masa pálida, inestables al tacto. La sangre se filtra por los poros, perdiéndose litros a borbotones, dejando paso al agua que, al tener contacto con el cuerpo, lo atraviesa de un extremo a otro.
Increíblemente, esto no presenta ningún tipo de discapacidad cardiovascular, respiratoria ó motriz, ya que sus organismos funcionan acorde a la inestabilidad de sangre y agua en los mismos: sus órganos son móviles y su corazón bombea un incierto número de veces más que el de otro humano.
Si bien el aspecto de ésta peculiar comunidad no resultó agradable ante la vista de los Trinitarios, miles de científicos extranjeros llegaron a obsesionarse con el fenómeno de las pieles permeables, al punto de efectuar secuestros de padecientes, los cuales eran examinados y estudiados por meses, para luego convertirse en conejillos de Indias de diversos experimentos.
Se aspiró al descubrimiento de la anomalía en el ADN de los Terraqueños. Llegó a afirmarse que, bien implementado, el gen, polímero ó lo que fuere que generase ésta rareza, podría llegar a aportar beneficios a aquellos que sufriesen leucemia, hipertensión arterial, atereosclerosis e hidropesía. En el futuro podrían encontrarse propiedades más frívolas, como la de quemador de grasa definitivo.
Ninguno de los planes de los científicos dieron frutos. La O.N.U ordenó regresar a todos los Terraqueños presos en laboratorios a su pueblo natal. Dicha organización fue, a su vez, la que propuso la construcción de la Muralla Espejada. El número de muertes de infantes nacidos de parejas entre portadores y no portadores del síndrome crecía a pasos agigantados. Aparentemente, éstos heredaban únicamente la permeabilidad externa de la piel, por lo que reventaban cuando se les exponía al agua. Ésta fue una de las razones por las que se vio necesario apartar el barrio Terracota del resto de Trinidad y Tobago (y del mundo).
Quienes presenciaron la construcción de la Muralla Espejada, la cual era en realidad un invernadero cúbico compuesto por un único espejo doble plegado, aseguran haber sentido que el barrio se borraba de sus vistas como un mal dibujo del papel.
Pese a estas palabras, la conmoción mundial fue enteramente pasajera, ignorándose desde la primer semana el hecho de que el mundo está tan vivo de un lado de ésta ilusión óptica, como del otro.
Es probable que los Terraqueños hayan sufrido el aislamiento en una forma ligeramente más severa que ellos, que vos, es cierto. Pero lo único que puede afirmarse, es que su imposibilidad física para jugar a la mancha, les es un problema de mayor gravedad.
Imaginate entonces.

jueves, 29 de diciembre de 2011
viernes, 16 de diciembre de 2011
Aaah
Te digo que no. No, no estoy pudiendo escribir.
De tener la certeza, de saber realmente qué es aquello que quiero decir, ó de lo contrario si no tengo nada para contar, las cosas serían diferentes. Tendría claro qué es lo que tengo en la cabeza. Tendría claro si tengo algo en la cabeza. Cosa que me tiene, como quien dice: mal. Es como si... a ver; supongamos, que el escribir para plasmar y transmitir emociones, pensamientos, reflexiones ó lo que fuere, tuviese forma de puente. Bueno, en ese caso, mi escritura sería, con toda seguridad, el Hussaini (¿se escribirá así?).
No entiendo cómo hacen los malparidos que vienen y dicen "uh, porque yo tengo muchas cosas para decir, voy a escribir una novela". Pará, algo no está funcionando, de su lado ó del mío. Ó el gato que trepó demasiado alto al árbol soy yo, ó ellos cagan a mentiras. Usé una comparación bastante pretenciosa y por sobre todo de mierda, pero, a lo que voy: pensé por tanto tiempo qué es lo que quiero decir (ú, otra vez, si tengo algo para decir), que me fui al carajo y no sé dónde estoy parada, al igual que un perro en celo se pierde por perseguir por horas una perra.
No digiero la idea de que alguien tenga los pensamientos tan bien ordenados, como, para por ejemplo, inventar una historia. ¿Por qué los trucos de escritura sirven en los escritores y en mí no? Podría quejarme toda la noche. Ó toda la mañana, ya están por cantar los gorriones, y yo me puse a teclear estas vergüenzeadas que no tienen nada que ver con lo que pensé en un principio.
A lo mejor, la razón por la que estos trucos no funcionan (así como tampoco nunca me funcionaron los trucos del Spyro) es porque (guarda que se viene el cliché) no tengomusa. Me dio un retorcijón estomacal tan insoportablemente terrible mandarme esa que tuve que tacharlo, pero, tristemente, es así como son las cosas. Si vienese un escritor con una copa de vino en la mano, trayendo desfilando tras de sí un espectro de música jazz, y me preguntase, cuál es mi musa... ¿qué tendría que decirle?. Mi musa es el odio injustificado. No, ni eso. No sé. Mi musa es el rechazo de los que pensé que no pero siempre fueron ajenos, ó los gatos como molde para metáforas. Tampoco. Y, no sé señor, pero esa copa no se agarra así, y deje de andar por la calle con el programa de Cinemateca a la vista, ya sabemos que es un pseudointelectual de mierda.
Al final escribí algo. Puede ser que pueda escribir, sí. Lo que no puedo es decir nada.
Qué lástima.
Los odio, brillantes escritores.
De tener la certeza, de saber realmente qué es aquello que quiero decir, ó de lo contrario si no tengo nada para contar, las cosas serían diferentes. Tendría claro qué es lo que tengo en la cabeza. Tendría claro si tengo algo en la cabeza. Cosa que me tiene, como quien dice: mal. Es como si... a ver; supongamos, que el escribir para plasmar y transmitir emociones, pensamientos, reflexiones ó lo que fuere, tuviese forma de puente. Bueno, en ese caso, mi escritura sería, con toda seguridad, el Hussaini (¿se escribirá así?).
No entiendo cómo hacen los malparidos que vienen y dicen "uh, porque yo tengo muchas cosas para decir, voy a escribir una novela". Pará, algo no está funcionando, de su lado ó del mío. Ó el gato que trepó demasiado alto al árbol soy yo, ó ellos cagan a mentiras. Usé una comparación bastante pretenciosa y por sobre todo de mierda, pero, a lo que voy: pensé por tanto tiempo qué es lo que quiero decir (ú, otra vez, si tengo algo para decir), que me fui al carajo y no sé dónde estoy parada, al igual que un perro en celo se pierde por perseguir por horas una perra.
No digiero la idea de que alguien tenga los pensamientos tan bien ordenados, como, para por ejemplo, inventar una historia. ¿Por qué los trucos de escritura sirven en los escritores y en mí no? Podría quejarme toda la noche. Ó toda la mañana, ya están por cantar los gorriones, y yo me puse a teclear estas vergüenzeadas que no tienen nada que ver con lo que pensé en un principio.
A lo mejor, la razón por la que estos trucos no funcionan (así como tampoco nunca me funcionaron los trucos del Spyro) es porque (guarda que se viene el cliché) no tengo
Al final escribí algo. Puede ser que pueda escribir, sí. Lo que no puedo es decir nada.
Qué lástima.
Los odio, brillantes escritores.
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