martes, 14 de diciembre de 2010

¿Fú?

Ese punto auge del pateticismo, en el que las cosas pasan, y uno no está seguro de lo que siente, si duele, o si resbala. Piña al mentón, caigo hacia la derecha cual árbol de tronco cuajado, crash, paf, un zafarrancho en toda la losa, un trapo de piso sin lampazo, sucio y ultrajado; mientras la dignidad se quiebra como un espejo, transformándose cada uno de los miles de cristales en un cachorrito de Beagle, creando entonces un panorama lleno de perritos correteando despavoridos en todas las direcciones; a piel carmesí y rostro congestionado por la vergüenza, el ultraje y... qué va, por la situación en general de encontrarme tan vulnerable como una mulita a punto de ser rematada, que cierra las patitas a modo de súplica, admito no saber si tengo ganas de ahogarme en una catarata de lágrimas y mocos, o acaso consumirme en la hoguera del dolor de una mandíbula rota, o, por otro lado, mirar pasar las nubes en el cielo encapotado como si me recuperase de una larga y agobiante jornada en una fábrica de explotación de niños vietnamitas, resoplar, cerrar los ojos inyectándome de odio y sepultarme en mi tan confortable y seguro, mundo de mentiras y resentimientos.

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