¡Ah! ¡Ahí llegás, ahí estás! Rebobinaría y te vería mil y un millón de veces cruzando la calle y caminando hacia mí, hacia el punto de encuentro que acordamos con tanto esmero. Es tiernísimo. No corro a saludarte porque disfruto viéndote de lejos haciéndote cada vez más grande, estando cada vez más cerca sin prisa alguna. Sí, sos vos, reconozco tu caminar, pasito de pato, moviendo los hombros, derecha, izquierda, derecha izquierda, plic, plac. ¡Por fin! No quería esperarte más tiem- ah, no, esperá. Esperá, esperá. No eras vos. No eras vos, no, era una señora con ruleros. Qué vergüenza haber sentido ternura por esa vieja caracúlica.
¿Qué pasó? ¿No era ésta la esquina en la que acordamos encontrarnos a las... qué hora es? Eh, sí, las 7 de la tarde. Ya deberías de haber llegado. ¿Habré sido yo la que se equivocó? A lo mejor entendí mal. O mi reloj está adelantado... o atrasado... no, no. Si cuando salí de casa estaban pasando el noticiero de las 6... no puede ser. ¡Dios! Dale, apurate. Se va a hacer tarde y yo acá, esperándote como una prostituta espera a sus clientes. Un mensaje de texto... hmm... no, mejor te llamo. Ahí, llama. Tuuuut...tuuuuuuuut.... ¡No! Me comiste la llamada, hijo de puta. Bueno, a ver. Dale, dale, sí, sí, la señal, blah blah... Ehm, sí. Bueno, soy yo. Te estoy esperando, cuándo llegás? Me desespero. Ok.
Tal vez me da tiempo para ir a ese almacén y comprar una caja de cigarros... pero, no, no. No, mejor no. Ya fumé una hoy, no da para más. Me fumo el último ahora y después cuando llegues compramos una a medias.
Mmh... ahí viene alguien, una sombra... mhm... no, no, tampoco. Se parece, pero no.
Fah, mirá la panda de malvivientes que viene ahí en frente... estos seguro gritan algo... eh?! La puta que los parió, todos, todos putos. Gata tu hermana, bagarto. Ojalá estuvieses para dispararles con alguno de tus comentarios ingeniosos y que rajen calladitos la boca. Sos tan inteligente, che. Por eso me gustás. Y sí, si no, jamás saldría con vos. Pero puta madre, cómo me molesta que tengas tanto poder sobre mí. Me encantaría saber si te percatás de lo poco que me siento al lado tuyo. Y sí, para vos todo el mundo es inferior. No voy a ser la excepción, verdad?
Bueno. En fin. Me impaciento, loco! Son 7 y 20 ya. Y 22 en realidad. Apurate. En serio, me preocupo.
Ya me angustié. Ya se me cagó la noche, y yo que le metí onda, eh? Me había comprado esta... esta remera de mierda... para qué. Ta, si no llegaste ahora no vas a llegar nunca. A las 7 dijiste. En frente al almacén verde. Es acá. ¿Dónde más? Ya se me corrió el maquillaje. Parezco una prostituta a las 5 de la mañana, la puta madre. Basta. Si me siento en el cordón me despanchurrará el pie algún taxi que pase a los pedos? Pff, qué me importa. Ahh.... Me parece que no vas a llegar. No. Se aglomera mucha gente en el otro lado de la esquina. ¿Qué habrá pasado? Yo no escuché nada, a lo mejor chocó algún auto... tiene toda la pinta. Hay algo en el suelo, ojalá sea la vieja caracúlica, toda mutilada. Por forra. Si fue un choque, nunca me hubiese enterado. La música está al mango. Parece un cuento che, de esos en los que la chica protagonista espera ansiosa a su novio, y éste muere atropellado por un camión justo antes de cruzar la calle, frente a sus ojos. Espero realmente que ese accidente no tenga nada que ver con vos. Espero, espero.

jueves, 25 de noviembre de 2010
domingo, 21 de noviembre de 2010
Hah!
¡Que incineres a tu perro accidentalmente y que la culpa te corroa por el resto de tu vida!
¡Que te laves los dientes y los veas caer uno a uno como aves acribilladas a balazos!
¡Que tu iris se derrita y se deslice por tu cara en plena cita romántica!
¡Que tu computadora te muestre la pantalla azul cada quince minutos y tengas que reiniciarla!
¡Que todas las noches tengas pesadillas en las que seas víctima de humillación y mofa!
¡Que sientas comezón en todo tu cuerpo y que ésta no cese al rascarte!
¡Que tu uña del dedo meñique sea arrancada con una llave de tuercas!
¡Que te enamores de una persona distinta cada dos segundos!
¡Que todas tus cuentas de MSN se cierren por arte de birlibirloque!
¡Que tu pelo nunca agarre el color del que lo tiñas!
¡Que se te transforme en un impulso irrefrenable el gritar obscenidades al besar una mujer!
¡Que todos tus championes te formen ampollas!
¡Que te agarres una contractura permanente en el cuello que te impida moverlo sin empaparte en dolor!
¡Que siempre tengas mucosidades balanceándose desde tus narinas!
¡Que tu aliento recree la pestilencia de un cuerpo en plena descomposición cada vez que abras la boca!
¡Que te salgan dos, tres, cinco y ocho granos en la puerta de tus fosas nasales!
¡Que tus ojos se oscurezcan y siempre apunten en direcciones oblicuas!
¡Badulaque!
(Inspirado en el capo máximo de Liniers, en su personaje El Insultador, to be accurate)
¡Que te laves los dientes y los veas caer uno a uno como aves acribilladas a balazos!
¡Que tu iris se derrita y se deslice por tu cara en plena cita romántica!
¡Que tu computadora te muestre la pantalla azul cada quince minutos y tengas que reiniciarla!
¡Que todas las noches tengas pesadillas en las que seas víctima de humillación y mofa!
¡Que sientas comezón en todo tu cuerpo y que ésta no cese al rascarte!
¡Que tu uña del dedo meñique sea arrancada con una llave de tuercas!
¡Que te enamores de una persona distinta cada dos segundos!
¡Que todas tus cuentas de MSN se cierren por arte de birlibirloque!
¡Que tu pelo nunca agarre el color del que lo tiñas!
¡Que se te transforme en un impulso irrefrenable el gritar obscenidades al besar una mujer!

¡Que te agarres una contractura permanente en el cuello que te impida moverlo sin empaparte en dolor!
¡Que siempre tengas mucosidades balanceándose desde tus narinas!
¡Que tu aliento recree la pestilencia de un cuerpo en plena descomposición cada vez que abras la boca!
¡Que te salgan dos, tres, cinco y ocho granos en la puerta de tus fosas nasales!
¡Que tus ojos se oscurezcan y siempre apunten en direcciones oblicuas!
¡Badulaque!
(Inspirado en el capo máximo de Liniers, en su personaje El Insultador, to be accurate)
jueves, 18 de noviembre de 2010
Eso.
Paso a explicarte.
Imaginate un niño en la playa. Este niño, inocente e inexperta criatura, se pone a construír valiéndose de una zarta de herramientas de juguete, un castillo de arena, poniendo todo el énfasis y cuidado del mundo para que éste luzca lo mejor posible.
El niño, a medida que la meticulosa construcción avanza, imagina que el castillo es real, que se trata de un gigantesco castillo de las épocas medievales, como los de Age of Empires, o Stronghold. Reyes, princesas, guardias, súbditos. Largos pasillos, salas de banquetes, empalizadas. El castillo perfecto, el castillo soñado.
Pero, en el fondo, en lo más profundo de sus pequeñas entrañas, el niño sabe que aquel no será un castillo de verdad, no será un castillo perfecto, ni soñado. Bien sabe, que sólo es un mediocre y poco fiel castillo de arena que será demolido por el viento o las violentas olas en pocas horas.
A pesar de todo, el niño continúa, dándole la espalda a la realidad y refugiándose en la imagen que su imaginación le ofrece.
Muros de ladrillo, torreones, puentes, fosas.
El niño hace un mal movimiento con la pala de plástico y tira abajo una torre. La arena se desparrama en zafarrancho, no hay más torre. El niño moquea, patalea y llora. Intenta desesperadamente reparar el daño, pero apurándose al recoger la arena escurrida sobre el torreón destruído, mete la pata y rompe el muro adyacente al mismo, haciendo un enchastre aún más grande.
En pleno tantrum, el niño se incorpora y hace trizas a patadas el resto del castillo. Intenta costruír uno nuevo sobre la arena removida, pero obviamente, fracasa estrepitosamente. Se le sugiere que comience a construír otro castillo más grande y lindo en otro lugar, en otro lugar con mejor arena, pero no. El niño quiere el castillo sobre la arena removida. Moquea, patalea y llora.
Digamos que ésto fue lo que me pasó, pero, ehm, en otro contexto.
¿Capicci?
Imaginate un niño en la playa. Este niño, inocente e inexperta criatura, se pone a construír valiéndose de una zarta de herramientas de juguete, un castillo de arena, poniendo todo el énfasis y cuidado del mundo para que éste luzca lo mejor posible.
El niño, a medida que la meticulosa construcción avanza, imagina que el castillo es real, que se trata de un gigantesco castillo de las épocas medievales, como los de Age of Empires, o Stronghold. Reyes, princesas, guardias, súbditos. Largos pasillos, salas de banquetes, empalizadas. El castillo perfecto, el castillo soñado.
Pero, en el fondo, en lo más profundo de sus pequeñas entrañas, el niño sabe que aquel no será un castillo de verdad, no será un castillo perfecto, ni soñado. Bien sabe, que sólo es un mediocre y poco fiel castillo de arena que será demolido por el viento o las violentas olas en pocas horas.
A pesar de todo, el niño continúa, dándole la espalda a la realidad y refugiándose en la imagen que su imaginación le ofrece.
Muros de ladrillo, torreones, puentes, fosas.
El niño hace un mal movimiento con la pala de plástico y tira abajo una torre. La arena se desparrama en zafarrancho, no hay más torre. El niño moquea, patalea y llora. Intenta desesperadamente reparar el daño, pero apurándose al recoger la arena escurrida sobre el torreón destruído, mete la pata y rompe el muro adyacente al mismo, haciendo un enchastre aún más grande.
En pleno tantrum, el niño se incorpora y hace trizas a patadas el resto del castillo. Intenta costruír uno nuevo sobre la arena removida, pero obviamente, fracasa estrepitosamente. Se le sugiere que comience a construír otro castillo más grande y lindo en otro lugar, en otro lugar con mejor arena, pero no. El niño quiere el castillo sobre la arena removida. Moquea, patalea y llora.
Digamos que ésto fue lo que me pasó, pero, ehm, en otro contexto.
¿Capicci?
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Tururu, ru, tun tun, tun, tun tun ♪
Ante la imposibilidad absoluta de escribir nada ligeramente coherente, me limitaré a dejar imágenes de en lo que, misteriosamente, estuve invirtiendo mi tiempo, nervios, y corazón estos últimos días:

Sí, ésta es la razón por la cual no te contesto el MSN.
En otras noticias, esa mujer me enferma cada día más. Mátenla, péguenle, díganle que la "s" en las palabras no suena como "sh". Cuando me la cruce por ahí voy a expresarle mi profundo odio pegándole un chicle en el pelo, o haciéndole una zancadilla. Ah, no. No sé hacer zancadillas (ésta es la parte en la que aparece una mano gigante y me pone en la frente un sello rojo de "Pan Triste").
martes, 16 de noviembre de 2010
Focas, focas, focas, focas, focas.
Cuando apagás la luz a las 3 de la mañana, todos los ruidos explotan y hacen un eco terrible.
AL IGUAL QUE TU AUSENCIA, QUE HIERE Y ARDE EN LA OSCURIDAD PROFUNDA DE MI EXISTENCIA.
No, mentira. Estoy embromando. Quería ver qué se sentía escribir una de esas frases pseudopoéticas emo.
Y las voces en mi cabeza me repiten "foca foca foca foca foca foca foca foca".
¿Sabés qué odio?
Odio hacer una siesta y despertarme a cada rato con miedo a que se me haga tarde, y mirar a cada instante el reloj del celular, dormir unos minutos más, volver a despertarme, tener miedo de que se me pase la hora, mirar el reloj del celular, dormir unos minutos más... y así se repite la secuencia hasta la infinidad del tiempo, como una espiral de espejos (eso no tuvo sentido).
Odio usar el baño ajeno, por más que explorarlos equivalga a una expedición en una galaxia desconocida salpicada de estrellas de colores (pudiendo uno entretenerse leyendo las instrucciones de uso de los tampones escondidos atrás del frasco de cepillos de dientes, o haciendo buches con muchos enjuagues bucales de distintos sabores), es terrible volver a encontrarse con el dueño de la casa, luego de haber pasado media hora encerrado como si de la peor diarrea del mundo se tratase.
Odio a esta gente:
AL IGUAL QUE TU AUSENCIA, QUE HIERE Y ARDE EN LA OSCURIDAD PROFUNDA DE MI EXISTENCIA.
No, mentira. Estoy embromando. Quería ver qué se sentía escribir una de esas frases pseudopoéticas emo.
Y las voces en mi cabeza me repiten "foca foca foca foca foca foca foca foca".
¿Sabés qué odio?
Odio hacer una siesta y despertarme a cada rato con miedo a que se me haga tarde, y mirar a cada instante el reloj del celular, dormir unos minutos más, volver a despertarme, tener miedo de que se me pase la hora, mirar el reloj del celular, dormir unos minutos más... y así se repite la secuencia hasta la infinidad del tiempo, como una espiral de espejos (eso no tuvo sentido).
Odio usar el baño ajeno, por más que explorarlos equivalga a una expedición en una galaxia desconocida salpicada de estrellas de colores (pudiendo uno entretenerse leyendo las instrucciones de uso de los tampones escondidos atrás del frasco de cepillos de dientes, o haciendo buches con muchos enjuagues bucales de distintos sabores), es terrible volver a encontrarse con el dueño de la casa, luego de haber pasado media hora encerrado como si de la peor diarrea del mundo se tratase.
Odio a esta gente:
Me ahorro los comentarios.
Odio esa decisión de si fumar el último cigarro a la ida o a la vuelta.
Odio escribir estas barrabasadas.
Terminé.
lunes, 8 de noviembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
A Teresita
¡No me vea, Teresita, que me humilla esta pobreza!
Pecado considero enturbiarla a usted, jovencita, perfecta como de la realeza
No al hablar de pobreza me refiero a los harapos que llevo colgando
Ni tampoco a la miseria en la cual esta existencia mía me encuentro criando
Por pobreza englobo, si se lo pregunta, desdichas más profundas
Como es el tener por sentimientos no más que esencias moribundas
¿Se imagina, Teresita, abrirse el corazón y que emane la nada a borbotones?
Debe usted saber, que equivale a morir en vida, el vivir sin emociones
Quisiera escribirle a usted un poema
Pero Teresita, no tengo pluma
Quisiera relatarle a usted una romántica lectura
Pero Teresita, no tengo cultura
¡No me juzgue Teresita, me aterra su veredicto!
Relléname este vacío admirarla con la mandíbula en alto como un insecto
Rodilla en guijarro, le imploro que ignore mi patetismo
Si llegase a compararme a mí con su esplendor, me arrojaría sin más al abismo
Prefiero al pie de un acantilado el cuello quebrarme
Sería incluso capaz de a las fauces de una fiera lanzarme
En lugar de a usted Teresita, incomodidad alguna causarle
La insustancialidad de esta vida, sitio en esa pura mente jamás debe ocuparle
Quisiera inmortalizarla a usted en mil esculturas
Pero Teresita, no tengo ni cincel para hacer abolladuras
Quisiera dedicarle palabras dulces como la miel
Pero Teresita, no tengo en boca más que lamentos de hiel
¡Basta Teresita, deje de mirarme!
Comprenda que fútil como escarbar el desierto es el analizarme
Córteme en dos y percátese de esta repulsiva aberración
¡En lugar de sentimientos, sangraré no más que obsesión!
Teresita, Teresita, quisiera ser capaz de hacerla a usted feliz
Pero ya sabe, soy no más que una hierba mala en su vida, que pronto arrancará de raíz.
(Por las dudas, no es una entrada en serio)
viernes, 5 de noviembre de 2010
Esas semanas de mierda.
Todos las hemos tenido.
Se empieza considerando los primeros tropezones como irrelevantes indicios de mala suerte, insustanciales hasta el punto de considerarse ligeramente graciosos (buenos para contar en plan de anécdota en medio de algún silencio incómodo durante una cena familiar deprimente), como puede ser el servirse refresco (lima-limón mi favorito, por cierto) en un vaso que contenía restos de detergente y terminar bebiendo espuma ácida, o achicharrarse el lóbulo de la oreja al plancharse el pelo en caso de ser mujer o metrosexual.
En el correr del día las cosas pueden ir empeorando, advirtiéndole Dios, la vida, el destino, o como considere adecuado llamarle, que es mejor quedarse en la cama tapado hasta la nariz (lo cual tampoco es recomendable, con la mala suerte que tiene uno encima, es posible que termine ahogándose en su propia saliva o tragándose la lengua al soñar con esa persona que tanto le atrae pero que no se percata de su existencia). Se experimentarán situaciones incómodas varias, como puede ser el sombrero despegándose de la cabeza para planear radiante entre los aires, atrayendo obviamente las miradas divertidas de los transeúntes, que señalarán con el índice entre risotadas al verlo a uno correr desesperado tras el indisciplinado gorro, arañando el aire intentando cazarle en pleno vuelo. O bien se puede estar luciendo las peores pintas y encontrarse con aquellas personas frente a las cuales es mejor mostrarse espléndido, ya que poseen fama de juzgar vilmente por las apariencias de forma instintiva. Esto desemboca en dejarse parado a sí mismo como un menesteroso guarro con grasa capilar vestido de harapos, ya que el rumor de que se salió a la calle con un poncho naranja que no pega con nada, alpargatas, y el pelo hecho un plato de tallarines, correrá de boca en boca hasta la infinidad de los tiempos.
Típicos malos argurios que uno suele experimentar el lunes de una mala semana.
Por supuesto, en el correr de la misma, las cosas irán desde cuesta abajo hasta caer en pendiente vertical.
Si no es reprobar ese examen de biología tan importante, será un mensaje de texto de su pareja diciendo que "no va más", o la noticia del vecino de que ha visto a su gato atropellado con los ojos salidos de las cavidades allá, en la esquina, o que la prima de su abuelo tiene una enfermedad terminal y que usted debe cuidarla hasta que palme dentro de dos o tres meses. O como en mi caso, un corte de electricidad por haberse atrasado cuatro meses con las facturas.
Martes, miércoles, jueves, llora, se retuerce y sufre. Se angustia, se aflige, y patalea. Parece que lo único que queda por hacer es meter la cabeza en el horno y hacer de cuentas que uno es una pizza, o tirarse del techo que está a poco más de dos metros del suelo cuantas veces sea necesario para quebrarse la columna. Tal vez rebanarse las venas con un Tramontina.
Todos estos son buenos ejemplos de cómo sacarse la semana de mierda de encima, pero acá la verdad es, que nadie tiene el coraje suficiente para acabar con la propia vida.
Por tanto, la semana continúa, acentuándose el caos hora a hora.
Llegado cierto punto, se pierde la cordura irremediablemente. Parece que el Infierno no va a acabarse nunca, que 24 horas equivalen a unas mil, que la vida nos hace pito catalán, zancadillas y nos patea en el estómago cuando intentamos levantarnos. Repeat.
No termina, no termina, sigue y sigue jodiéndonos, no llega el fin, corremos marcha atrás, la luz al final del túnel se aleja haciéndose diminuta, está tan lejos, tan lejos, tan lejos, inalcanzable...
...Y cuando uno quiere acordar...
Se empieza considerando los primeros tropezones como irrelevantes indicios de mala suerte, insustanciales hasta el punto de considerarse ligeramente graciosos (buenos para contar en plan de anécdota en medio de algún silencio incómodo durante una cena familiar deprimente), como puede ser el servirse refresco (lima-limón mi favorito, por cierto) en un vaso que contenía restos de detergente y terminar bebiendo espuma ácida, o achicharrarse el lóbulo de la oreja al plancharse el pelo en caso de ser mujer o metrosexual.
En el correr del día las cosas pueden ir empeorando, advirtiéndole Dios, la vida, el destino, o como considere adecuado llamarle, que es mejor quedarse en la cama tapado hasta la nariz (lo cual tampoco es recomendable, con la mala suerte que tiene uno encima, es posible que termine ahogándose en su propia saliva o tragándose la lengua al soñar con esa persona que tanto le atrae pero que no se percata de su existencia). Se experimentarán situaciones incómodas varias, como puede ser el sombrero despegándose de la cabeza para planear radiante entre los aires, atrayendo obviamente las miradas divertidas de los transeúntes, que señalarán con el índice entre risotadas al verlo a uno correr desesperado tras el indisciplinado gorro, arañando el aire intentando cazarle en pleno vuelo. O bien se puede estar luciendo las peores pintas y encontrarse con aquellas personas frente a las cuales es mejor mostrarse espléndido, ya que poseen fama de juzgar vilmente por las apariencias de forma instintiva. Esto desemboca en dejarse parado a sí mismo como un menesteroso guarro con grasa capilar vestido de harapos, ya que el rumor de que se salió a la calle con un poncho naranja que no pega con nada, alpargatas, y el pelo hecho un plato de tallarines, correrá de boca en boca hasta la infinidad de los tiempos.
Típicos malos argurios que uno suele experimentar el lunes de una mala semana.
Por supuesto, en el correr de la misma, las cosas irán desde cuesta abajo hasta caer en pendiente vertical.
Si no es reprobar ese examen de biología tan importante, será un mensaje de texto de su pareja diciendo que "no va más", o la noticia del vecino de que ha visto a su gato atropellado con los ojos salidos de las cavidades allá, en la esquina, o que la prima de su abuelo tiene una enfermedad terminal y que usted debe cuidarla hasta que palme dentro de dos o tres meses. O como en mi caso, un corte de electricidad por haberse atrasado cuatro meses con las facturas.
Martes, miércoles, jueves, llora, se retuerce y sufre. Se angustia, se aflige, y patalea. Parece que lo único que queda por hacer es meter la cabeza en el horno y hacer de cuentas que uno es una pizza, o tirarse del techo que está a poco más de dos metros del suelo cuantas veces sea necesario para quebrarse la columna. Tal vez rebanarse las venas con un Tramontina.
Todos estos son buenos ejemplos de cómo sacarse la semana de mierda de encima, pero acá la verdad es, que nadie tiene el coraje suficiente para acabar con la propia vida.
Por tanto, la semana continúa, acentuándose el caos hora a hora.
Llegado cierto punto, se pierde la cordura irremediablemente. Parece que el Infierno no va a acabarse nunca, que 24 horas equivalen a unas mil, que la vida nos hace pito catalán, zancadillas y nos patea en el estómago cuando intentamos levantarnos. Repeat.
No termina, no termina, sigue y sigue jodiéndonos, no llega el fin, corremos marcha atrás, la luz al final del túnel se aleja haciéndose diminuta, está tan lejos, tan lejos, tan lejos, inalcanzable...
...Y cuando uno quiere acordar...
...es sábado, y se puede andar en calzoncillos por la casa.
No fue tan difícil.
jueves, 4 de noviembre de 2010
Wipu!
Recuerde usted, querida Merceditas, que no hay nada mejor, luego de haber sido herida por un tercero, luego de sentirse ultrajada, apuñalada, ofendida, indignada o traicionada, luego de haber sido su angelical carita abofeteada por la ácida y corrosiva verdad, que ante sus morritos de perro que quiere su galleta compasión no siente, no hay nada mejor que mandarse una cagada aún mayor que la original. Así, por lo menos, estará demasiado ocupada enervándose consigo misma como para malgastar su valioso odio en el infeliz que le echa en cara las penosas cagadas del pasado y la hace sentir miserable. Si miserable debe sentirse, dígnese al menos a que sea por su propia culpa.
¡Hora de cortarse las venas mi niña!
Y tirate el pelo sobre la cara que pareces normal y todo.
Y tirate el pelo sobre la cara que pareces normal y todo.
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