martes, 24 de enero de 2012

terribleada.dll

Como cuando uno se retira al cuarto propio después de un berrinche, a paso rápido, con los puños pegados a las caderas y los hombros en alto, dando un portazo que hace vibrar la casa y caer el cuadro adyancente a la puerta, y es necesario volver a salir, dejando la rebeldía y orgullo hechos un bollo a los pies del rival victorioso.
Como cuando uno, en plena cólera, luego de acostarse en la cama dispuesto a olvidarlo todo, se da cuenta que es necesario ir al baño, lavarse los dientes y hacer todas esas cosas que las personas furiosas de las películas nunca hacen, porque en la ira fictica no hay tiempo para cotideaneidades. En la de la vida real sí.
Como cuando uno, al haberse engarzado en una violenta discusión con una autoridad rival, se le destierra de la habitación, y la única forma de retirarse de escena, es pasar con la cabeza gacha junto al trifunfante émulo, el cual nos humillará con sólo seguir nuestro paso con el mentón muy en alto. (En caso de un progenitor, tutor ó fémina airada, puede caber incluso un buen faje a la pasada).
Ó como cuando, producto de la fatal motricidad propia, se le escapa a uno de las manos algún objeto rompible ó cualquier cosa que genere un enchastre en el suelo, y no queda otra que, rodilla y palma izquierda en baldosa/moqueta (en caso de ser zurdo), enmendar con ayuda de escoba, pala y hediondo trapo ó esponja, las ruinas hijas de la torpeza, siendo todo esto, por supuesto, supervisado y juzgado por el ojo crítico y venenoso de quien ordenó limpiar lo embarrado.

 Ponele que me siento un poco así.